Los Ángeles se caracteriza por ser una ciudad con las estaciones muy marcadas; mucho calor en verano, y mucha lluvia y frío en invierno. Las mañanas invernales se caracterizan por tener temperaturas bajo cero incluso, sobre todo en agosto. Esta historia sucede en un día común de agosto en esta ciudad.
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Me encontraba llegando del trabajo a almorzar a mi departamento. Era un día frío, había recién parado de llover de manera torrencial. Mientras almorzaba, escuché un maullido agudo. La verdad es que en los departamentos donde vivo con mi mamá hay perros y gatos, por lo que, en primera instancia, hice caso omiso, pensando que de seguro se trataba del gato de algún vecino. Después de 45 minutos de escuchar el persistente sonido del animalito, pensé que algo podía estar pasando, lo que decidí bajar a ver qué ocurría. Busqué por todos lados hasta que encontré el causante de tanto alboroto: Era una gatita que se había quedado atrapada. Existe una tapa de alcantarillado pequeña, pero lo suficientemente grande para que un gato o perro pequeño quede atrapado y no logre salir. Además, a causa de la lluvia, la gata estaba muy mojada, llevaba quizás cuanto tiempo atascada en la tapa de alcantarillado, por lo que intenté sacarla, tomarla y llevarla rápidamente a mi departamento para secarla, pero entonces me di cuenta que no sería tan simple como pensaba: tenía quebrada una patita.
La saqué con cuidado, sin pasarle a llevar su patita quebrada. La sequé rápidamente, y por suerte, a dos cuadras de mi casa, hay una veterinaria, por lo que la llevé envuelta en una toalla para llegar lo más rápido posible a donde pudieran atenderla. La dejé con el veterinario, le tomó la temperatura y estaba con hipotermia, además tenía una infección por su pata quebrada, por lo que, de no haberla encontrado, la pobre gatita podría haber muerto. Pero afortunadamente, su estado no era grave como yo creí en un principio, y luego de dos días en el veterinario recuperándose, me la llevé a mi casa. Era bastante tierna, y me encariñé con ella, pero había otro problema: soy alérgico a los gatos, por lo que no podía tenerla por mucho tiempo conmigo. Me aboqué entonces a la tarea de buscarle un dueño lo más pronto posible, antes que yo terminara colapsando por la alergia. Me costó un poco encontrar una persona responsable que la quisiera, claro, se me hizo eterno por mi problema, pero en realidad al cabo de una semana logré dejarla en buenas manos: por suerte, una profesora del lugar donde estaba trabajando, la quiso y la fue a buscar. La gata hoy en día, nombrada como Tomasa en honor a mí, vive feliz de la vida en las afueras de Los Ángeles, y sin duda, es querida y mimada como un hijo.
Creo que en una situación así, donde la vida de un animalito corre peligro, debemos actuar rápidamente, yo me alegro de no haber pensado en mi alergia, porque pude arreglármelas muy bien con una mascarilla el tiempo que estuvo bajo mi cuidado, y fue gracias a eso que ahora esta viva, sana, y encontró una familia que la quiere. Si te ves en una situación parecida, no dudes en ayudar, y verás que todo se irá dando y no será tan complicado.
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