Siempre he amado a los animales, aunque debo confesar que de pequeña fui muy brusca, casi cruel con ellos, actitud que quiero creer fue por inocencia y curiosidad, y no por maldad. Afortunadamente fui puliendo ese mal comportamiento hacia ellos y hoy sólo me preocupa su bienestar, para resarcirme de todos mis pecados de la infancia. Como parte de ese carácter mío, hubo un momento de mi vida que debió haberme marcado y que sin embargo sólo recuerdo como una anécdota más: fue cuando me mordió un perro. A mi me pasó todo lo contrario que a Marina, no me traumé en absoluto.
Tenía mas o menos 8 años, y era muy curiosa e inquieta. Los animales me llamaban profundamente la atención y acariciaba a cualquier perro que se me cruzaba, grande, mediano o chico, sin ningún cuidado ni temor. Mis papás, agotados de vigilarme todo el tiempo, quizá notaron ese rasgo en mí y me deben haber advertido que tuviese cuidado, pero no lo recuerdo. Y probablemente, si me lo dijeron, tampoco les hice caso (¿les conté que era muy inquieta y rebelde?). Bueno, pues ya adivinarán lo que pasó: en mi barrio había un perro que era del nochero, lo recuerdo grande y negro, como un pastor alemán. Estaba anocheciendo y yo ya me iba a "entrar" a mi casa, cuando vi al perrito y me acerqué bruscamente, como son los niños, a hacerle cariño. El perro debe haberse asustado con ese gesto abrupto y me clavó los colmillos en el cuello. ¡En el cuello! Recuerdo haber estado con alguien, probablemente una amiga, que me acompañó a mi casa mientras yo lloraba de susto. Mis papás me llevaron de inmediato a pinchar contra la rabia (eso si fue traumático, pues me pincharon en la guata 3 veces, hasta que nos informaron que el perro no tenía rabia) y eso fue todo. Siempre he odiado las agujas, pero a los perros los amo, y jamás me han dado miedo. Eso sí, aprendí a identificar cuando un perro no quiere que te acerques, por lo que debo decirles que es muy importante enseñarles a los niños a ser cuidadosos con los animales, siempre estar vigilándolos pues como dije, ellos son bruscos sin querer, y el animalito puede sentirse agredido y atacar. Yo tuve suerte, pero otros podrían no tenerla, así que nunca olvides estar vigilando a tus hijos pequeños cuando estén cerca de algún animalito.
Lo de traumarse o no traumarse no sé a qué puede deberse, realmente. Me imagino que es un tema de carácter, de la capacidad de resiliencia que uno pueda tener. Pero si a ti te ha mordido un perro y ahora les temes, no te sientas mal, cada persona es distinta y tiene su propia manera de lidiar con estos procesos. Lo importante es que puedas detectar tu temor, y hacer algo al respecto. Si necesitas consejos para lidiar con tu trauma, pincha aquí.