No hace mucho llegué de mochilear. El sur de Chile es una opción tentadora para quienes quieren desconectarse con la ciudad y sentirse libre de responsabilidades. Otra parte fundamental de ello, es conocer nuevas personas y... animales. Sí, además de las palomas, peces, vacas, cerdos y un sinfín de perritos callejeros que se acurrucaban junto a mí, se unió al grupo de mochileros una singular y pequeña perrita: Evarista.
Bautizada con ese polémico nombre (en honor al vocalista de la banda punk La Polla Records), la pequeña perrita lucía un pequeño pedazo de género rojo atado a su cuello. Sus dueños, una pareja de viajeros de Santiago, a penas la conocieron decidieron incorporarla en su equipaje. De pelo negro enroscado y no más de 3 meses de edad, la diminuta canina me sorprendió gratamente.
Siempre cuidé a todos los cachorros que pisaban mi casa con mucha cautela: desde su alimento hasta casita, mis perritos se criaron en un lugar con todas las comodidades al alcance. Pero Evarista no. Esta peluda criatura cruzaba fríos ríos a mitad de la madrugada (y eso que de repente la arrastraba la corriente) como si fuese un experto nadador.
Además comía los mismos alimentos que sus amos y dormía con quien le entregase un poco de cariño, sin importar el lugar. No podía creer que esta perrita resistiera a todas las condiciones que el mochilear significaran, pero sí, ella seguía en pie con su particular languetiado matutino que se molestaba en distribuir carpa por carpa cada mañana.
Aún así, un día se enfermó: unas pequeñas lagañas aparecieron bajo sus ojos y sus dueños se preocuparon. Pidieron ayuda a una veterinaria en Panguipulli (creo que se llamaba "Bicharakos") la cual, tomando en cuenta que sus dueños estaban de viaje y habían recogido a Evarista de la calle, examinó gratuitamente a la perrita y le regaló sus medicinas.
No recuerdo bien que tenía, pero sí me acuerdo de que se mejoró, y hoy, la pequeña perra que prefería los tallarines con salsa en vez de su alimento para cachorro, continúa recorriendo Chile junto a sus amigos y su pequeño ladrido viajero.
Imagen CC carlos.toledano