Mi tía Lucía sólo tenía peces como mascotas. Amaba sus peceras y las cuidaba con mucha delicadeza. Hasta que llegó un día en que quiso comprarse un perrito. Estuvo a horas de ir a rescatar uno para hacerse cargo de él, pero casi por arte de magia, una tarde se puso a ver una revista de animales: ahí se enamoró de las tortugas. Al día siguiente, fue a la tienda de mascotas y se trajo una. Le puso Anastasia, porque era el nombre de un personaje de teleserie mexicana que le encantaba.
Su nueva tortuga llegó en el mejor momento. Pasaba por un quiebre amoroso muy complejo, así es que se acercó mucho a su nueva mascota. Su preocupación por ella era casi obsesiva. No se iba a dormir si no sabía dónde estaba Anastasia, quería comprarle la mejor comida y siempre recorría las tiendas de mascotas para ver qué nuevo regalo le podía llevar. Y así, de pronto y sin aviso, Anastasia se transformó en su mejor amiga.
A pesar de que mi tía la cuidaba mucho, un día se perdió. Fue horrible, porque las tortugas , al tener un tamaño reducido, casi ni se ven. A mi tía le dio una crisis de pánico y a raíz de su gran amor por la tortuga, partió casa por casa preguntando si la habían visto. Pasó una semana completa sin saber noticias de ella. Era increíble lo mal que se veía mi tía. Ya casi no comía, sólo se levantaba para buscar a Anastasia.
Pasaron tres semanas y nada. Mi tía ya tenía las calles plagadas de papeles con la fotografía de su querida tortuga. Incluso, ideaba planes de búsqueda con mapa en mano. Rayaba los lugares que ya había visitado y marcaba en rojo todos los que le faltaban. Sin embargo, no hubo respuestas favorables. Mi tía Lucía ya perdía sus esperanzas.
Hasta que un día, muy temprano, alguien toca su timbre. Ella sale rápidamente, como presintiendo que Anastasia estaba cerca. Era una madre que traía casi a la rastra a su pequeño hijo que portaba una cajita. "Ya pues, dale su tortuga a la señora", le dijo la mamá al niño, que sólo se dedicaba a llorar. "La encontré en su patio y la cuidé todo este mes. Me la quería dejar, pero es suya", mencionó el niño sin levantar la vista. "Perdón", fueron las últimas palabras de la madre y se retiraron con rumbo desconocido.
Mi tía se volvió loca. Abrió la caja y comprobó que Anastasia se encontraba perfecta. La abrazó, la besó y le prometió nunca volver a quitar sus ojos de ella. Hasta el día de hoy, se tienen un amor incondicional y una compañía perfecta.
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Imagen CC Gonzalo Iza