Aunque digan que todos los gatos son iguales en carácter, yo estoy segura de que no es así. Es más, al creer en las reencarnaciones puedo estar segura de que en otra vida fue una mezcla entre Cleopatra, Napoleón y un par de Emperadores Romanos. Si creen que exagero, déjenme presentarles a 'Kitty Cassandra', la gata mestiza más dictadora y mañosa que he conocido en toda mi vida.
Gorda, blanca y pomposa. Así es Kitty Cassandra. Adoptada hace más de 8 años, creció como dueña y señora de dos dormitorios principales, una hermosa sala de estar con largos sillones, una refrescante ducha para saciar su sed y cientos de cajones donde tomar un merecido descanso. Al menos eso creyó ella desde un principio. Sus gracias infantiles fueron tan celebradas - y fotografiadas por supuesto - que al volverse adulta tomó esas manías como algo natural, añadiendo varias otras y haciendo valer su opinión y carácter.
El caso es que, desde ese día, su cama sería la que ella escogiera. No importa quien duerma ahí, se acostumbró al calienta camas encendido o a la mantita de lana. Tan bien tolera las sábanas, que suele acostarse entre ellas. Pobre de quien quiera pedirle un espacio a su alteza, porque probablemente terminará con la marca de unos colmillos en el brazo, como recuerdo. ¡Que Dios salve el sueño de la reina!
Su rutina diaria está perfectamente estudiada, y se trata de dormir, donde sea y cuanto más sea posible. Pero en las noches gusta de compartir con la familia. Adicta a las teleseries nocturnas y a los noticieros de trasnoche, Cassandra pide que le abran la puerta lloriqueando y parándose en dos patas para alcanzar el pestillo. Decide salir de paseo. A las 3 de la mañana regresa, saltando directo a cualquier ventana del segundo piso, cayendo repetidamente sobre el techo de zinc. Estrepitosamente repite la operación una y otra vez. No importa que le abras la puerta de entrada o una ventana del primer piso, cuenta la leyenda que tiene que entrar por donde exige. (Importante es destacar que la actividad se repite a las 4- 5 y 5:30 generalmente).
Durante el tiempo que pasa dentro de casa come a cada rato y de postre pide cucharadas de helado, manjar o mermelada (¿Quién dijo que a los gatos no les gusta lo dulce?) En ocasiones comienza el día saboreando el pan con palta de su amo o sorbiendo el té con leche que se le enfrió a alguien en casa.
Posteriormente, se retira a tomar algo de agua directamente desde el lavamanos o la tina del baño donde, además de saciar su sed, se encarga de hacer barro en sus tiernas patitas, las que seca caminando tiernamente por el piso de madera recién encerado. Si tratas de secarle las patas o lavarlas y limpiarlas, es posible que termines en el cuarto círculo del infierno, reservado para amos insolentes.
Asearla resultará toda una proeza. Para ello, encontrarla durmiendo es crucial. Es aquí donde debemos tomar un cepillo rápidamente y comenzar a pasarlo por su peludo cuerpo sin que se de cuenta. Es fundamental omitir su pecho, guatita y la parte delantera del cuello, asimismo, resulta imperativo que no se de cuenta. Sus reflejos son mayores que los de cualquier superhéroe y con un grito te hará notar que es un espíritu libre, que le gustan los look casuales, mientras araña el cepillo, tu mano y comienza a mordisquear tu ropa o zapatos. Alguna vez leí que este momento del día es adorado por la mayoría de los gatos domésticos. Sí, cómo no.
Pero lo mejor sucede en la sala de estar, cuando la familia se reúne y disfruta de una animada conversación o el programa de televisión de turno. Es aquí donde ella escoge su rincón para dormir. Puede ser el sillón pequeño o el sofá más largo, todo depende de su humor. La cosa es que caminará en círculos repetidamente - ojalá bostezando - luego intentará aproximarse al intruso que usa su lugar: Para ello, caminará por el respaldo y brazos de su objetivo o ronroneará hasta acostarse en el pecho de la futura víctima.
En ambos casos no pasará más de un minuto, cuando con toda destreza logre acomodar su larga anatomía en el cojín del sillón, incomodando a la pobre alma que osó coincidir en la elección del lugar de descanso o, en situaciones más extremas, esperará paciente que alguien decida ir al baño o hacia la cocina, para saltar sobre sus sillones y tomar su merecida décima siesta del día. Importante, esta será acompañada de un hermoso estuche rosado que ella adora abrazar.
Todo esto ante la mirada atenta de una familia de humanos que no puede decirle nada, intenta educarla cada cinco minutos, se da por vencida cada seis y continúa resignada, tomándole fotos a cada una de sus costumbres.
¿Conoces a alguna gatita tan manipuladora y adorable como Cassandra?