Empezaba el año 2006 cuando mi hermano Francisco decide irse a vivir a París a estudiar cine. Al poco tiempo de estar instalado en Francia, Francisco nos escribió por e-mail contándonos que estaba bien y que no estaba solo: había encontrado una gatita abandonada en la cercanías del famoso Cementerio de Pére-Lachaise, célebre por tener enterrados a personajes tan famosos como Jim Morrison, o el escritor Oscar Wilde. Francisco la bautizó como "Conchita", y frecuentemente nos mandaba fotos de ella. Se trataba de una gatita atigrada en tonos grises, y unos ojos de un maravilloso color turquesa.Nos contaba que estaba bien educada, y que incluso tenía una caja con arena como baño, la que usaba a la perfección. Mi hermano la regaloneaba con pastas de carne o pollo especiales, claro, si era su compañía lejos de su familia. Nosotros especulábamos cual era el verdadero origen de la gata, si había tenido algún dueño antes, tal vez un cuidador del Cementerio. Incluso, imaginábamos que podría ser la reencarnación de alguien famoso enterrado en ese lugar. En el tiempo que la tuvo en París, mi hermano nos contó que la gata había sido mamá de dos gatitos: uno totalmente negro y bien peludo, y el otro igual a ella, pero que afortunadamente habían encontrado un hogar allá con amigos de mi hermano.
Llega el verano de 2008, cuando Francisco vuelve a Chile por las vacaciones. Nos anunció que traería consigo a Conchita, lo cual nos emocionó bastante. Para Francisco fue toda una odisea hacer el trámite de sacar los documentos y el permiso de la gata para salir de Francia. Conchita se había tenido que someter a un examen de sangre para saber que no tenía rabia y esperar 90 días los resultados. Una vez listo el chequeo a la gata le ponían un chip para identificarla y luego le entregaban el pasaporte a su dueño. Este Pasaporte de animales es obligatorio cuando éstos salen de un país y funciona para documentarlos y tener un registro de éstos. Conchita, como toda mascota, tuvo que viajar dormida bajo los efectos de un tranquilizante en el maletero del avión. Todo esto valía la pena para él, ya que la había visto crecer y la había cuidado por tanto tiempo. La gata era un miembro más de la familia y no podía estar lejos de su dueño. Una vez en casa de mis padres, Francisco nos presentó a Conchita. Cuando la gata entró a la casa de mi mamá su primera reacción fue correr para esconderse debajo de un sillón o de los muebles, porque estaba muy asustada, ya que no conocía a nadie. Pensamos que tal reacción se debía también al nerviosismo de viajar tantas horas en un avion, encerrada y sin su humano, una situación estresante para cualquiera. Pero pasaron los días y la gata aún no se acostumbraba a su nueva casa, todo le aterraba. Ante cualquier ruido, corría escaleras arriba a esconderse.
Sin embargo, no mucho tiempo después, Conchita, se acostumbró a su familia extendida y a esa nueva casa. Conoció a un gato que vivía con mis padres, llamado "Lanitas-Marley", con el cual se cruzó y tuvo dos gatitos más, igual que la vez anterior. Mi mamá se encariñó tanto con la gatita, que en conjunto con mi hermano decidieron que lo mejor para ella era dejarla en Chile, para así evitar que volviera a sufrir el estrés de un largo viaje, por lo que hasta el día de hoy vive bajo el cuidado de mi mamá, en Santiago de Chile, y es muy feliz.