Una de las situaciones menos usuales y más emocionantes fue la que viví ayer. Como de costumbre, caminaba por Santiago para conocer la ciudad (no llevo más de un mes aquí) y de repente veo un cartel con la foto de un gato que dice "se busca". Me dio bastante tristeza saber sobre la desaparición del minino, pero no tenía mucho que hacer al respecto.
Avancé un par de cuadras y veo, nada más ni nada menos, al gatito desaparecido escondido tras unas plantas en el patio de una casa. Me acerqué lentamente para mirar si realmente se trabata de él, y sí, sin duda era el mismo que el de la foto. Nos miramos por un par de segundos, y cuando me acerqué un poco más para tomarlo en brazos el pequeño huyó tras las rejas de la casa y entró a un patio aledaño.
Tomando en cuenta su reacción y que, además, andaba sola y nadie me podía ayudar, me volví al cartel para registrar el número de celular del desesperado dueño del gatito extraviado: el teléfono estaba apagado.
No sabía que hacer, hasta que decidí volver a la casa en donde estaba escondido. Toqué el timbre, y le expliqué la situación a la mujer que abrió la puerta. De a poco, entre ambas nos acercamos al gato fugitivo y logramos capturarlo (aunque me rasguñó). La señora me invitó a pasar a su casa, y nos quedamos ahí hasta que (como media hora después) el dueño del minino contestó su celular.
Tenía ganas de irme, pero tampoco quería dejar solo al gatito hasta que lo recogieran, así que me quedé esperando. El pequeño miraba algo enojado y con intenciones de huir, pero la dueña de casa se preocupó de dejar toda vía de escape cerrada para que no arrancara.
Llegó el dueño de "Osvaldo" (sí, así se llamaba el gato) y estaba muy agradecido por encontrarlo. Nos ofreció una recompenza por el hallazgo, aunque lo único que deseaba era llegar a mi hogar. Me fueron a dejar a casa y me despedí del minino que no dudó en darme un rasguñazo (de nuevo) por arruinarle su plan fugitivo.
Imagen CC datoscuriososanimales