Hoy fui a visitar a un amigo que tenía un diminuto hámster (era muy pequeño) encerrado en una enorme jaula. A penas lo vi descubrí que este minúsculo roedor no era como sus pares: estaba comiendo gomitas.
Todo empezó cuando era un bebé, la mamá de roedor también fue mascota de mi amigo y esta tuvo solo una cría. Al tiempo, la hámster falleció y el pequeño aún necesitaba de ella. Es por eso, que mi amigo comenzó a comprarle alimentos especiales para que recibiera los nutrientes que hubiese adquirido de su madre, pero nada le gustaba.
Un día, a la hermana pequeña de mi amigo comenzó a comer dulces al lado de Dientes (original nombre del hámster). Donde era una niña, no fue muy cuidadosa y pasaba a tirar algunas gomitas dentro de la jaula del minúsculo animal. En la tarde, mi partner notó que su mascota estaba comiendo dulces: enseguida se los quitó.
Durante el siguiente día el hámster no quería comer nada. Mi amigo pensó que estaba enfermo del estómago y culpaba a su hermana pequeña por el descuido. Pasó toda la tarde junto a su mascota que le pedía alimento, pero que al verlo lo rechazaba.
Fue entonces, que en un intento de deseperación, el dueño de animalito le dio una gomita, este la engulló en menos de un minuto. Así que comenzó a darle dulces hasta que comenzó a aceptar otras comidas y semillas mezcladas con ello.
El veterinario se espantó cuando le contaron esta historia, puesto que los colorantes de los dulces y la textura pegajosa pueden resultar dañinas para la salud del roedor. Aún así, Dientes estaba en perfecto estado. Hasta el día de hoy sigue comiendo dulces, y no ha tenido complicaciones, lo que nadie entiende es por qué les gustan tanto.
Imagen CC Jpbarrass