Es curioso pensar que las "clases" sociales y estilo de vida afecte también el comportamiento de las mascotas. Ese fue el caso de Tita y Tuta, dos gatitas de la polola de un amigo (Naty) que adoptó en distintos lugares.
Primero contaré sobre Tuta, una pequeña muy cariñosa que debe rondar los 3 años de edad. Llegó antes que la otra gatita a la casa y fue amor a primera vista. La polola de mi amigo la encontró en la calle, enferma y desnutrida, conmoviéndose por su situación, decidió adoptarla y entregarle una vida digna. Tuta comenzó a engordar, recibió sus vacunas y empezó a mostrar un carácter juguetón y cariñoso.
Cuando la novia de mi amigo se iba a acostar, Tuta corría tras de ella (hasta el día de hoy) y comenzaba a sobar su cabecita en las piernas de ella. Jugaba con una pelotita de goma y un hilito que colgaba desde el techo y perseguía los mosquitos en el patio.
Un día, Naty decidió adoptar una amiga para Tuta. Cerca de La Dehesa en Santiago, una amiga vendía gatitos siamés y había una pequeña que llamó su atención a penas la vio. La gata tenía al rededor de 5 meses, así que ya estaba en edad suficiente para cambiarla de hogar.
Aunque los gatos Siamés se caracterizan por tener una personalidad cariñosa, Tita (como llamó a la gata) no era muy amable. A penas llegó a la casa, quería huir y cuando alguien la intentaba tomar en brazos arañaba a la persona. Lo que es peor, se llevó pésimo con Tuta, quien fue a olfatearla para saludarla y sólo recibió un "manotazo" en la nariz.
Aunque Naty hizo muchos intentos por domesticar a Tita para que fuese más amable, ésta aún responde mal y mantiene un carácter hosco y poco amigable. Se apoderó de un cojín en la casa, y cada vez que alguien se acerca a su territorio se enoja bastante. Ya han pasado dos meses desde esa adopción y Tita aún responde un poco a la defensiva. Mientras Tuta no se cansa de intentar ser su amiga.
Imagen CC Francisco de Goya (Pintor)