Simplemente era un encanto estar con el perro "Copo", así le llamaban sus amos y amigos de la familia. Era un can realmente adorable y un fiel exponente de la “raza” más común en Chile: El Quiltro.
El Copo era el perro de la vecina de mi primo Rodrigo y siempre cuando íbamos a su casa, me decía que fuéramos a ver al perro, porque hacía cosas muy graciosas. Todo esto fue cuando los dos teníamos 8 años y de eso ¡ya han pasado varios!
Recuerdo que el Copo era bien astuto y tenía una cara muy chistosa. Parecía una vaca chica y sus patas no medían más de 20 centímetros de largo, pero más allá de su aspecto físico tenía una gracia. Cada vez que veía una puerta abierta, ya sea de los muebles o la misma puerta de entrada -o incluso las ventanas- las cerraba y si se daba cuenta que una persona la cerraba antes que él, el perro ladraba y ladraba hasta que la volvieran a abrir y él mismo la cerrara.
Bueno, yo misma vi al Copo cerrando las puertas del mueble de cocina, la puerta de entrada cuando llegaba alguien y también las ventanas de las piezas, ¿Cómo lo hacía? Las camas estaban pegadas a las ventanas y tenía de esas manillas que solo se giran hasta la mitad, así es que se subía a la cama y con su pata, lograba bajarla perfectamente.
También cuando tocaban el timbre de la casa, el Copo acompañaba abrir la puerta y luego él la cerraba con su cabeza. Incluso cuando su ama guardaba la ropa, ella la acomodaba en los cajones y el Copo los cerraba. Definitivamente ese can tenía una fijación con las cosas abiertas y era obsesivo con ese tema, pero sacaba hartas carcajadas. Yo creo que si el Copo hubiese sido humano, le habría diagnosticado el Trastorno Obsesivo Compulsivo.
El querido Copo murió de leucemia hace tres años, cuando ya era un anciano. Durante su último año de vida, no tenía las mismas energías de cerrar las puertas y ventanas como lo acostumbraba hacer y ese fue el momento, en que su familia supo que Copo ya comenzaba a despedirse. A pesar de lo triste que puede ser la pérdida de una mascota, al Copo se le recuerda con alegría y ahora, quizás dónde anda cerrando puertas.
Imagen CC Yesica Marcela López Cardona