Adoptar una mascota es lo más parecido a tener un hijo. Igual que un bebé humano, un bebé gato no termina su proceso sólo con llegar a vivir a una casa. Al contrario, es justamente allí - cuando el gatito atraviesa la puerta de tu casa y se instala a vivir contigo -, que comienza la verdadera gran responsabilidad: la crianza.
Una de las tareas más importantes es socializar correctamente a tu gato. Esto es, enseñarle a vivir en sociedad, o sea, con las personas. ¿Cómo hacerlo sin que nadie salga dañado en el intento? Acá tres tips importantes que debes considerar.
Contacto físico: lo más importante es que juegues y acaricies a tu gato lo más posible. Un minino que está todo el día encerrado solo, sin contacto de ningún tipo, tenderá a ser más salvaje y violento. En la medida en que se acostumbre a tus caricias y mimos, será más dócil en general.
Que conozca a las visitas: si recibes gente en tu hogar, no ocultes a tu gato; al contrario, déjalo que interactúe con la mayor cantidad de personas. Permítele que ande libre por tu casa y que descubra que el mundo no sólo lo habitan sus amos, sino también todo tipo de personas.
Juega limpio: si bien es clave que juegues mucho con tu gatito, hay cosas que no debes permitirle para que no dañe a otras personas. Nunca dejes que te muerda, ni que te arañe o que falte tu autoridad. Si bien los gatos aprenden más por refuerzo que por castigo, debes dejarle claro desde el comienzo que los humanos no son gatos, por lo que cualquier juego brusco está fuera de lugar.
En la medida en que el gato aprenda a jugar sin herirte, a no sorprenderse si llegan personas desconocidas a tu casa y a ser amoroso contigo, será mucho más fácil cualquier otro proceso, como llevarlo al veterinario, dejarlo en una casa diferente para que lo cuiden o incluso - en el futuro -, presentarle a un nuevo miembro de la familia (si es que a tu casa llega un bebé o cambias de roomate).
Los gatos son animales muy inteligentes, así que no dudes que tu compañero felino será capaz de aprender estas sencillas reglas. ¿Te animas a enseñárselas?