Los perros tienen un promedio de vida entre 10 y 15 años. El paso del tiempo es inevitable también para nuestras mascotas y al final de su vida atravesarán, al igual que nosotros, por la tercera edad. No se puede determinar un momento exacto en que esto ocurre, ya que intervienen muchos factores como la alimentación y el tipo de vida que llevan, pero se puede decir que los perros de raza pequeña o mediana se vuelven viejos entre los 9 y los 11 años, y los perros de raza grande entre los 7 y los 9.
Hay muchas señales físicas que nos indican que un perro ha llegado a la tercera edad, por ejemplo, su pelaje se vuelve más espeso, presenta protuberancias en la piel, se vuelve más sedentario, ya no es tan efusivo para saludarte cuando llegas, puede presentar problemas de oído, olfato y sobrepeso.
Pero además de todos estos signos de deterioro físico, también existe un deterioro mental que incluso puede ir más allá de simples cambios de conducta por la edad. Podría llegar a convertirse en una patología similar a la que sufren los ancianos humanos conocida como demencia senil en perros, que es la pérdida de capacidades intelectuales asociadas con la edad, para realizar tareas cotidianas.
Debemos estar atentos si nuestro perro anciano presenta alguno o varios de estos síntomas:
1. Cambios en la conducta exploratoria: No reconocen lugares, se muestran desorientados y confundidos, deambulan sin sentido por la casa, se quedan quietos y con la mirada perdida, se quedan atrapados entre muebles sin saber cómo salir. Se rascan y/o lamen demasiado.
2. Cambios de conducta social: Dejan de interactuar con personas u otros perros conocidos y no muestran entusiasmo al ver a sus dueños; o se muestran demasiado apegados, dependientes y con problemas por separación.
3. Cambios en los hábitos: Pueden hacer sus necesidades en lugares inadecuados o presentan problemas de control de esfínteres; se acicalan excesivamente o dejan de hacerlo; no muestran interés por la comida o presentan anorexia; tienen trastornos del ciclo de sueño, es posible que sufran de insomnio o que duerman demasiado, que duerman de día y durante la noche aúllen de forma compulsiva.
4. Cambios en la memoria: Presentan problemas de memoria a corto plazo o tienen problemas para realizar tareas rutinarias que antes hacían sin problema; no obedecen órdenes o tardan en hacerlo; no reconocen a sus dueños o a otros animales de la casa y son incapaces de aprender cosas nuevas.
5. Cambios en el estado de alerta: Dejan de reaccionar a estímulos antes conocidos o reaccionan exageradamente: en el primer caso están poco alertas, no prestan atención a los que sucede a su alrededor y disminuyen su actividad. En el segundo caso, presentan poca tolerancia a las interacciones, se muestran irritables y ladran o aúllan demasiado.
La demencia senil en perros debe ser atendida por un profesional. Si tu perro presenta síntomas, debes llevarlo con un veterinario para que se le realicen algunas pruebas que confirmen o descarten el diagnóstico. Desgraciadamente esta enfermedad es degenerativa e incurable, por lo que su pronóstico es de reservado a grave. El tratamiento en estos casos es paliativo, con el objetivo de reducir los síntomas y de retardar, en medida de lo posible, el deterioro del cerebro del perro.
Para la demencia senil en perros es muy importante, además de los fármacos que pueda recomendarte el veterinario, la estimulación de los sentidos: acarícialo lo más que puedas, siempre y cuando el se sienta bien con ello; si se niega a comer, bríndale otras opciones de alimentos caseros hasta encontrar algo que sea de su agrado; adapta un entorno seguro para su deambular, sin obstáculos que interrumpan su paso. Tendrás que extremar los cuidados que le brindes pero sobre todo, deberás armarte de paciencia y amor para enfrentar la situación. Ten presente que tu perro, después de tantos años de amor incondicional, merece tener una vejez digna con la mejor calidad de vida posible a pesar de su diagnóstico.