Jack, mi inquieto y divertido enano, llegó a mi vida de una manera inesperada pero también muy afortunada. Un amigo me comentó que quería comprar un Jack Russell (la misma raza del perro de la película La Máscara), pero yo le dije que mejor adoptara uno, porque había muchos que se encontraban sin hogar.
Casualmente, esa misma semana vi una publicación en Facebook, de una señora que estaba dando uno en adopción, así que la contacté y coordinamos para buscarlo. Fue un sábado por la mañana, lo recuerdo como si hubiese sido ayer, dos amigas me acompañaron, era una casa enorme, con metros y metros de espacio que podían ser para Jack, pero él estaba amarrado a la ventana en un diminuto rincón de la cocina.
Durante el proceso, le envié a mi amigo fotos de Jack y le conté que lo estaba buscando. ¡Él estaba encantado con la idea de adoptarlo!
La señora que me lo entregó me dio una carpeta con toda la información sobre Jack, las compras que había hecho y las vacunas que tenía, me entregó su kennel, sus platos de comida y de agua, y una bolsa de alimento; además, me dijo que era un perro totalmente sano.
Con mis amigas lo desamarramos y lo sacamos de la casa. Una de ellas es asistente veterinaria, así que empezó a examinarlo y me hizo señas como diciendo que algo no estaba bien. Le dije que mejor lo revisara después y nos lo llevamos. Desde ese momento, Jack ya había empezado a desordenar mi vida, justo cuando salimos de la casa, echó a correr por toda la urbanización y tuve que ir rápidamente tras él, y ¡sí que me hizo correr! Hasta que lo llamé con voz firme, y se detuvo.
Inmediatamente, nos fuimos a una jornada de vacunación que estaban realizando cerca. Allí le hicieron un baño contra las garrapatas y lo examinó una veterinaria. Jack acababa de cumplir un año y la especialista me dijo: “Tiene un cuadro severo de sarna en las patas y orejas, y alergias en la piel; además, cuando son cachorros, necesitan una serie de tratamientos por lo que deben llevarlos a vacunar varias veces (así como a los bebés), y a Jack solo le pusieron la primera dosis. No está vacunado correctamente”.
La exdueña no había dicho toda la verdad, no era un perro totalmente sano; por lo contrario, estaba muy enfermo y mal cuidado.
Le conté a mi amigo que Jack estaba bastante enfermo y que era alérgico a muchas cosas; a lo que él me respondió que no quería tener un perro en esas condiciones. Entonces le dije que yo me encargaría de curarlo para que pudiera tenerlo luego.
Le di a Jack todo el tratamiento que me indicó la veterinaria y, aunque fue un proceso un poco largo, empezó a mejorar notablemente. Incluso, lo llevé a un dermatólogo especialista en alergias, quien me recomendó no sacarlo a pasear sin zapatos y darle una dieta especial a base de pescado y arroz. Al poco tiempo, Jack ya estaba totalmente sano de la sarna, la otitis, las uñas y de las alergias.
Mi amigo nunca me pidió que le llevara a Jack y, la verdad, es lo mejor que pudo haber pasado.
Ese sábado temprano, cuando lo vi amarrado a esa ventana, hicimos clic y él se dio cuenta de lo mismo que yo: que ahora sí estaría bien y así fue, hoy Jack es un perro sano, amado y feliz.
Jack es de una raza particular, no se da con todo el mundo y es un poco difícil, nada parecido a como lo muestran en la película. Pero conmigo es ¡tan especial!, dormimos juntos desde el primer día y siempre me espera para ir a la cama, es mi perrito regalón, tenemos una relación muy especial.
Mi enano se acostumbró rápidamente a la vida con nosotros y así empezamos nuestra pequeña aventura. Llegó para ser el alma de la fiesta, pues se encarga de mantenernos activos, juguetones, felices y llenos de amor.