A veces, como dueños de mascotas, cometemos errores. No tomamos el peso de lo que significa cuidar a un animal, no nos damos cuenta de que hay que asumir una responsabilidad que nos compromete a velar por su bienestar aun en las situaciones en que no sabemos qué hacer. Esto aprendí de mi experiencia con mi mascota Pumita.
Hace dos años, una camada de gatitos nació en mi casa. Eran 3 pequeñitos bebés felinos, uno blanco (Blanquito), una negra (Negrita) y uno con el pelaje similar a un puma (Pumita). Reconozco no ser muy original con los nombres.
Creciendo, Pumita siempre fue el más tranquilo de los 3. Pasaba todo el día en casa jugando con sus hermanos o durmiendo. No era muy regalón, al contrario, era más bien temeroso y esquivo.
Quise mucho a Pumita. A pesar de que no éramos tan cercanos, parte de mí lo comprendía ya que también tengo esa personalidad solitaria.
Al cumplir un año, los 3 gatos entraron en celo, por lo que debimos operarlos. Luego de un mes de recuperación, Pumita comenzó a perderse y a irse de la casa por algunas horas. Luego esas horas se convirtieron en un día entero, pero, aunque preocupados con mi familia, siempre nos aliviábamos al final del día porque Pumita volvía.
He leído que este es un comportamiento común entre los gatos machos adultos, y eso me hace cuestionarme si pude o no haber hecho algo para evitar lo que ocurrió o simplemente la naturaleza hubiese ganado de todos modos.
Resulta que Pumita se iba a otra casa, donde había una gata en celo que le interesaba. Los dueños de ella, molestos por el hecho de tener un gato ajeno merodeando, en lugar de hablar con nosotros, decidieron envenenarlo. Aquí también es donde me cuestiono si debimos haberle puesto con collar con un número de contacto, aun cuando el gatito era tan tranquilo y siempre volvía. A estas alturas, sin embargo, ya no puedo hacer más que aceptar lo que ocurrió.
Pumita llegó ese día muy enfermo, no comió y optó por echarse a dormir en la sombra. A las horas murió.
Fuimos a hablar con los dueños de la gata, los que negaron todo, pero luego de haber hablado con un veterinario después, tengo la convicción de que en realidad sí lo envenenaron. El experto explicó también que a veces ocurre que luego de una operación para esterilizar a un gato macho, buscan gatas en celos durante algunos meses.
Todo esto me dejo muy triste y llena de preguntas sin resolver. Al final opté por dejar ir y aprender de mis errores, teniendo siempre precaución cuando mis mascotas presenten un comportamiento extraño.
Para esto, es necesario conocerlas, pasar tiempo con ellas, identificar su personalidad y conducta. Ojalá todos pudiéramos hacer esto para no repetir situaciones tan lamentables como la que le ocurrió a Pumita.