El perro que nadie quería
En la época de MSN, una amiga me escribió diciendo: "¡Pablo, encontré un perro en la calle y nadie lo quiere! ¿Puedes adoptarlo?". Acepté impulsivamente.
Es de esperar que nadie lo quisiera, pero ella simplemente no podía soportar verlo sufriendo; y por sobre todo, por su comportamiento que nos hacía sospechar un pasado terrible.
Cuando lo fui a buscar, me di cuenta de que era un perro de "raza peligrosa", con innumerables heridas y que odiaba a la vida.
Al llevarlo al veterinario, ladraba como queriendo decir "son todos unos @#ç*¢∞", pero nunca nos atacó; solo se quejaba como un típico viejo cascarrabias.
Revelando su pasado
El veterinario con ciertos aires de pena nos dijo que descubrió lo siguiente:
1. Muchas heridas antiguas (ya cicatrizadas) en su hocico.
2. Muchas mordeduras en todo su cuerpo.
3. "Excoriaciones": heridas tipo "raspado", por probablemente haber sido arrastrado.
4. Intervención odontológica para afilarle los dientes.
Entonces afirmó: "Este perro había sido criado para peleas clandestinas, pero es un mestizo Pitbull-Sharpei, y creo que al tener un carácter pacifico propio de los Sharpei, lo usaban de perro de entrenamiento".
- ¿Qué tipo de entrenamiento? - le dije.
Respondió: "Les ponen bozales, y los hacen pelear con los perros que realmente van a competir. En cierta forma, los usan como los boxeadores usan sus bolsas para golpear".
Todos los presentes quedamos con el corazón roto al escuchar la conclusión del profesional. Fue entonces cuando tomamos al perro con mi padre y lo llevamos en silencio a casa.
En el camino mi viejo me preguntó: "¿Qué nombre le pondrás?; lo pensé un rato y dije: "Joey, por el personaje de 'Friends', para darle alegría a su nombre".
Hogar, dulce hogar
Después de seguir las indicaciones del veterinario (darle antibióticos, limpiar sus heridas constantemente, servirle cierto tipo de comida, etc), dejamos que deambule por el patio.
Comenzó a orinar por todas partes y a correr; a sentir que ese lugar era suyo y nadie lo molestaría.
Esa misma noche sentí un ruido; un vidrio rompiéndose. Era Joey quien había roto un cuadrado de un ventanal (hecho de varios cuadrados, valga la redundancia), para poder usar a modo de mini-puerta de entrada. No me levanté sabiendo que lo arreglaríamos al día siguiente. Es entonces cuando Joey se acerca a mí y se acuesta a mis pies, haciendo ese sonido característicos de los perros de "regaloneo" y dulzura.
Desde entonces todas las noches hacía lo mismo, es por eso que no cerramos esa parte del ventanal y aprovechamos el amor que sentía Joey por nuestra familia.
Gracias
Cada vez se hacían más impresionantes sus demostraciones de agradecimiento y lealtad. En un principio se interponía entre mí y algún visitante de la casa, resguardando que nada me ocurra. Después de un tiempo, comenzó a hacer reverencias (como los chinos) a modo de "gracias" cada vez que le entregábamos su comida; y cada vez que yo llegaba a casa, rodaba por el suelo dejando su panza expuesta para que le haga cariño.
Esa supuesta bestia de matanza resultó ser un niño juguetón que disfrutaba su nueva vida, teniendo una conexión tan pura conmigo, que sentí que él era una extensión de mi alma y yo de la suya.
Ya han pasado años desde que falleció, por alguna enfermedad gastrointestinal que no se pudo determinar el origen. Pero en el patio de nuestra casa familiar, aún se siente su presencia. Más aún, nunca volvimos a cerrar su pequeño cuadrado de entrada por el ventanal. Además, por sugestión o no, es usual sentir su peso y calidez a los pies de mi cama.
Gracias, mi querido amigo.