Ahí estaba el pequeño "Guffi", un sabueso de apariencia perezosa y orejas tan grandes, suaves y caídas que siempre las manchaba al comer; no se parecía a ningún cachorro que hubiese conocido hasta el momento y no es que su apariencia fuese inusual, quiero decir, para un perrito recién llegado a su nueva casa, si no la conoce todavía, la conducta esperada incluye lloriqueos, falta de apetito y alguna que otra peculiaridad, pero no él, no. Guffi llegó a paso lento pero decidido y no se hizo del rogar con la comida ni ese día ni mucho después (aquí entre nos, comía todo lo que encontraba en su camino, incluyendo medias, pelusas, cáscara de plátano, papaya, y un laaargo etcétera).
En fin, que quizá su conducta tan confiada se debiera a la compañía que tenía -pues en ese tiempo teníamos un perrito ratonero y otros dos mestizos además de él- o tal vez sabía un secreto que solo los grupos selectos de perros conocen, digamos, los iluminati de los cánidos...
A su llegada se inauguraron los juegos del hambre caninos literalmente, y vaya si nos divertíamos en grande cuando les arrojábamos un pan o tortilla y todos se lanzaban a la caza del frisbi comestible que, normalmente, no tocaba el suelo y cuyos beneficios siempre eran mayormente propiedad de Guffi. Esa era su motivación: la comida. O tal vez eso era lo que quería que creyéramos...
Pero déjenme contarles por qué acuso al pequeño sabueso de ser un conspirador de primera categoría, que tengo tres razones de peso para desconfiar de él, y si no les resulta tan calculado como a mí, a lo mejor nos reímos un rato de las cosas raras de la vida:
- Evidencia 1
Era época de lluvias, y la familia canina siempre dormía afuera (bajo techo, en un espacio de unos 16 metros cuadrados) a gusto de si resguardarse del tiempo o correr entre los árboles en plena tormenta. Lo que resultaba extraño era por qué, por la mañana, todos los perros excepto Guffi estaban hechos un desastre: patas teñidas de café lodo, pelaje enmarañado y un rostro que evidenciaba que habían pasado una noche a lo grande. Pensamos que no chapoteaba en la lluvia porque sus gustos eran más caseros, ¿había que comprarle un impermeable?, pero no sabíamos hasta qué punto teníamos razón.
Además del sitio donde dormían los perros había un pequeño cuarto cerrado fuera de la casa repleto de ventanas que comenzaban a un metro del suelo y se extendían hasta el techo; ahí mi madre se inspiraba con el óleo y las brochas y se guardaban los sofás gastados que antes ocupaban el lugar privilegiado en la sala. ¿A que no adivinan dónde se metía Guffi todo ese tiempo? Sí, entraba a ese cuarto cuando todos dormíamos, pero no solo eso, abría la ventana, entraba y enseguida la cerraba, luego salía antes de que cualquier humano despertara...
- Evidencia 2
En el patio de mi casa hay dos juegos de metal: columpio y resbaladero, pero como esta evidencia incluye únicamente al resbaladero, solo les diré que tiene unos 8 escalones de "palito", parecidos a los que utilizan los bomberos, antes de llegar al sitio plano que sirve para sentarse y no deslizarse por la pendiente. Pues bien, un día de esos en que todo se olvida, dejé un trapo pequeño sobre ese sitio plano sobre el resbaladero, mientras realizaba otra tarea; al poco tiempo escuché un ruido extraño, volví la cabeza y ahí estaba Guffi, en el tercer escalón de la resbaladilla y alzando la pata para alcanzar el cuarto... pero entonces me vió, bajó, y se fue como si no hubiese ocurrido nada.
- Evidencia 3
Guffi no estaba en ninguna parte. Habíamos buscado en la casa de la abuela (que se encuentra en seguida de la mía), en la de la tía (enseguida de la de la abuela) y hasta en la calle, no respondió al llamado de la comida (eso era grave), ni se aproximaba al gritar su nombre. Estábamos preocupados, ya se ocultaba el sol...
Pero entonces llega la abuela diciendo que ha visto a Guffi. En el techo de su casa.
¡Wow! Esperen, ¿por qué esto es especial? Porque no hay escaleras para subir a su techo. ¿Cómo lo hizo? ¡Solo el sabueso sabe!
Así que, después de estas tres evidencias, ¿se unen a mi teoría conspiratoria? Por cierto, que Guffi ya no está conmigo, un día de estos salió de casa y no pudimos encontrarlo, algunos dicen que fue raptado, otros que solo se perdió, pero yo creo que... en el fondo... estaba todo perfectamente calculado y ahora está disfrutando de la buena vida perruna... aunque eso, ¡solo el sabueso sabe!