Maia llegó a nuestras vidas
La lluvia cesó, salió el sol, Maia despertó y mientras preparábamos el desayuno, ella decidió perderse en la casa. Dedicamos medio día a buscarla, sin entender cómo era posible no encontrarla, puesto que vivíamos en un lugar pequeño y cercado. Era imposible que hubiese podido salir. A mitad de tarde apareció nuevamente, tan juguetona como la noche anterior, tan alegre como un cachorro suele estarlo, tan convencida de que nos había robado el corazón, como en efecto, así lo hizo desde que la vimos por primera vez. Entonces, el susto pasó, lo que no podíamos saber es que no sería el único.
Sus días –y los nuestros-
Una noche Maia no quiso comer,
Transcurrieron dos días y