La historia comienza hace poco más de un año, cuando dos gatitos, una hembra y el otro macho, llegan al vecindario maullando en busca de comida. Mi abuela, que es amante de los animales, los escuchó y salió a buscarlos y les repartió un poco de comida. Encantada por estos felinos tan adorables, decidió acogerlos en nuestra casa. No son los primeros animales a los que decidimos darle asilo, ya que en nuestro hogar no podemos resistirnos a cada a animal que vemos que podría necesitar nuestra ayuda. Luego ella le contó la historia a los vecinos, y ellos se ofrecieron a ayudarnos para darles una mejor calidad de vida a estos dos animalitos.
Emocionados por la integración de estos felinos, llegó la hora de colocarle un nombre a cada uno. Al macho le pusimos Pantera y a la hembra le pusimos Nina. Lo más impresionante de estos gatitos es que nunca se separan. Dan momentos entretenidos a todos, se la mantienen jugando y repartiendo alegría a todo el que los ve. A pesar de siempre estar juntos, ambos tienen algunas diferencias. Mientras que Nina es más juguetona y no le tiene miedo a nada, Pantera es más tímido y reservado. No hace nada sin que Nina dé el primer paso, por lo que a donde vaya uno, van los dos.
Todos los vecinos nos hacemos responsables por el bienestar de Pantera y Nina. En cada casa tienen un plato de comida para ellos y cada cierto tiempo nos ponemos de acuerdo para llevarlos a que les inyecten sus vacunas.
En lo personal, a mí lo que más me gusta hacer con ellos es agarrar un poco de periódico, hacer una pelota, amarrarla con hilo y ponerla como si estuviese colgando. Con este "juguete" podemos pasar horas jugando.
Estoy muy feliz de que Pantera y Nina llegaran y se convirtieran en nuestras mascotas comunitarias, y que nosotros como vecinos nos uniéramos para lograr la meta que nos habíamos propuesto. Te invito a tener una mascota comunitaria, no te vas a arrepentir; es una gran experiencia.