Mi perrita Sonrisa llegó a la casa de una manera imprevista, cuando sólo tenía un año de nacida. Yo bajaba las escaleras del edificio donde vivía, cuando vi a una bonita cocker spaniel fuera de un apartamento. Le pregunté a su dueño si podía jugar con ella y me dijo que sí, y luego de un rato de compartir con la perrita ofreció regalármela, debido a que su esposa era alérgica a los perritos. Fue así como comenzó la historia de nuestra vida juntos. Yo aún era un niño de diez años, así que me encariñé mucho con mi perrita y rápidamente se volvió parte de nuestra familia.
Un día salimos a pasear con Sonrisa, caminando por las calles cercanas de nuestro edificio. Íbamos mi mamá, mi papá, mi hermano menor, de unos cuatro años en ese entonces y yo. Llegó un momento en el que pasamos por una casa que yo reconocía bien, ya que allí, tras el portón, siempre estaba un perro grande y algo temible cuidando la casa. Al pasar por aquel lugar, mi primera reacción fue un "Oh oh", ya que, a diferencia de los demás días, hoy el portón estaba abierto. A los pocos segundos, apareció el perro y se dirigió hacia donde estábamos nosotros, concretamente en dirección a mi hermanito, a quien alcanzó a rasguñar un poco su brazo. Sonrisa, mucho más pequeña que aquel gran perro, no lo pensó dos veces y salió a defendernos, peleando con el otro can. Aunque motivada por sus ganas de protegernos, no aguantó más y salió corriendo a la calle, ya que no podía contra el otro intimidante animal. Todo pasó muy rápido, y lastimosamente una camioneta que iba pasando no pudo esquivarla. Sonrisa perdió la vida esa tarde, pero logró proteger a mi hermano y a mi familia, por eso para mi ella toda la vida será mi heroína.