Recuerdo que todo comenzó cuando tenia aproximadamente 6 o 7 años de edad , en ese lapso en el que estás por primera vez en el colegio, te dejan tareas que hacer en casa y tienes un poco de responsabilidades, te das cuenta que la vida es mucho más que tus padres y hermanos.
Un día por azares del destino una visita llegó a mi casa, era una amiga de mi madre que había llegado de viaje del norte del país, la señora Maura. Recuerdo que estuvo en casa hasta el almuerzo y comentaba sus historias de lo que había hecho y pasado en su viaje por el norte, entonces me preguntó si me gustaban las mascotas, yo respondí que nunca había tenido una. Esa respuesta fue crucial para saber que el primer amigo de cuatro patas que iba a tener sería uno de adopción de los tantos que la señora Maura tenía en su hogar.
Era un cruce de pastor alemán con doberman, un cruce raro en realidad, pero todos los cachorros de pequeños son hermosos, le puse de nombre Blacky, llegó a casa de tan solo 2 meses de edad, sus colmillos eran muy afilados y podía morder cualquier cosa de la casa, era un cachorro travieso pero a la misma vez genial, me sentía acompañado porque soy hijo único.
Mi responsabilidad era sacarlo a pasear, yo vivía en un tercer piso, en el primer piso había un jardín en el cual pasábamos unos minutos al día jugando y corriendo de un lado a otro. Lamentablemente, Blacky no permaneció mucho tiempo junto a mi familia. Por descuido una tarde dejaron la reja abierta de la casa, Blacky aprovechó el momento y salió, nunca más lo volvimos a ver. Él tenía sólo 8 meses.
Al cabo de un año, se presentó la oportunidad de adoptar a otro can, un lindo Labrador, era genial saber que este pequeño estaba en adopción, me encantaba su color, su docilidad, me parecía un perro genial. Lo adoptamos cuando tenía ya 4 meses de edad, le pusimos de nombre Zeus, tenía unas enormes patas y se caracterizaba porque tenía un lunar de color negro al costado izquierdo de su panza, le encantaba jugar en el agua, cualquier charco o pequeña acumulación de agua no dudaba en ir a chapotear y hacer una fiesta.
Poco a poco fue creciendo hasta que llegó a la edad de 3 años, lamentablemente en ese punto, mi familia y yo nos tuvimos que mudar a un departamento un poco más pequeño, en el cual un perro de raza labrador iba a estar muy incómodo por su gran tamaño. Mi madre me obligó , y digo me obligó porque desde luego yo no quería que se fuera, a darlo en adopción a mi tía que tenía una casa de campo a las afueras de la ciudad, a 2 hrs de mi casa.
En ese punto de la vida, con 12 años de edad aproximadamente, ya sabía cuál era la responsabilidad de tener una mascota, el saber que tiene que comer y beber agua, tener sus platos limpios y su espacio ordenado, era genial saber que hasta cierto punto me ayudó a ser más organizado y responsable.
A los 15 años recuerdo que estaba caminando por la calle y vi una señora con una caja de cartón pequeña en el suelo, me acerqué a ella y tenía 2 cachorros de raza pequinés, eran demasiado pequeños, lamentablemente ella ya no los podía tener porque tenía 4 perros en su hogar, no dudé en llevarme a la hembrita, recuerdo que entraba apenas en una cajita de zapato, como ahora el lugar donde vivía era pequeño, esta raza de can era genial ya que podía acomodarse en espacios pequeños.
Reina, así le pusimos, hasta el día de hoy está con nosotros brindandonos su amor incondicional, su amistad y sobre todo su lealtad.