Cuando traje a mis ardillas rusas a casa, no era la primera vez que iba a cuidar un par de amiguitos de su especie, había tenido antes pero ninguno había sido como Joaquín y Joaquina.
Su historia comienza cuando son depositados en su nuevo hogar. Joaquina se puso como loca explorando cada rincón, mientras Joaquín se quedaba en medio mirándola correr de un lado a otro. Cuando él quiso ir al segundo piso donde había una pequeña habitación para ellos dos, Joaquina le siguió y lo echó del lugar, después empezó a seleccionar pedazos de viruta para trasladarlos al dormitorio, y hasta que no estuvo todo perfecto, no dejó entrar a su marido.
Era divertido verlos. Cada día hacían cosas divertidas. Joaquina era medio neurótica, se pasaba el día ordenando la jaula, trasladando virutas, limpiando la comida y dejando los restos en el comedero, y cambiando el sustrato de su dormitorio. A veces, ella se dedicaba casi una hora a limpiar a Joaquín, lamiéndolos y untando las patas en agua, él se quedaba quieto hasta que ella terminara. Y no era que él fuera un flojo, es que ella era muy dominante con él y no le dejaba hacer nada, si hasta cuando los sacaba de la jaula durante las tardes para ponerlos en sus bolitas para correr y explorar la casa, Joaquina perseguía a Joaquín como si no quisiera que este se alejara mucho ella. Lo único para lo que él tenía permiso, era para hacer ejercicio en la rueda de la jaula, cosa que no duró mucho tiempo.
En general, me preocupaba mucho de ellos. Algunos me decían que para ser roedores tan pequeños, me tomaba demasiadas molestias con ellos. Y es que hay varios mitos en relación a este tipo de animalitos. Sin embargo, mis cuidados para ellos eran diarios y de calidad, y las visitan al veterinario eran periódicas.
Luego de uno de sus controles veterinarios, cuatro semanas luego que había tenido su primer parto, empecé a fijarme un poco más en su alimentación, y más que en lo que comían, era en las conductas que estaban teniendo. El veterinario me dijo que tal vez Joaquín se estaba comiendo toda la comida y no permitía comer a Joaquina. Lo pensaba porque Joaquín se veía el doble de ancho que ella. Pregunté si podía ser por haber estado preñada y alimentando a su camada durante el último mes, y si bien podía ser, me dijo que los observara.
Al observarlos detenidamente, me percaté de que Joaquina estaba haciendo mucho ejercicio, que el comedero siempre estaba con cáscaras vacías, y que Joaquín se pasaba el día tirado por ahí. Durante una semana, me los quedé mirando cuando iba a dejarles la comida. La rutina era siempre la misma: Joaquina corría y comenzaba a pelar las semillas, las guardaba en las mejillas, corría al dormitorio en el segundo piso, y las guardaba bajo la viruta en el rincón donde dormía Joaquín; luego continuaba ejercitándose en la rueda (cosa que hacía la mayor parte del tiempo en que estaba despierta), y cuando Joaquín se acercaba a la rueda con intenciones de tomar un turno para correr, ella le pegaba, le chillaba, y continuaba cuando este se alejaba.
En casa bromeábamos con que estaba cuidando su figura después del parto. Era divertido pensar que ella podía sentirse gorda y quería ser una mami estupenda y fitness. Pero luego ya dejó de ser gracioso. Joaquina estaba muy delgada, y Joaquín muy gordo. Ya jamás se le veía comer, sólo pelando semillas y llevándolas al dormitorio.
¿Conocen la vigorexia? Mucho ejercicio y poca comida. Eso hacía Joaquina. a veces me la imaginaba en un campeonato de roedores fisico-culturistas, así medio bronceada y en ropa interior. Y mientras ella se ejercitaba, mantenía en engorda a su marido, tomando descansos de sus ejercicios para pelar semillas y obligarlo a comer. Si mirabas a Joaquina por visión aérea, tenía cintura, incluso cuando estaba preñada, apenas desaparecía su cintura, igual que sus ganas de ejercitar. Los únicos momentos en que dejaba de correr, era para hacer "escaladas" colgada de las rejas y practicar el salto libre desde el segundo piso... pero si llegaba a ver que Joaquín aprovechaba el momento para usar la rueda, iba y lo retaba hasta que este volvía a echarse por ahí.
Hablé con el veterinario sobre su comportamiento. Me dijo que a pesar de todo, ambos estaban sanos, aunque a la ardilla macho no le haría mal bajar un poco de peso.
Luego de eso, pude disfrutar de ellos durante dos años y medio más en que fueron padres de otras tres camadas, donde ella continuó con su neurosis y su obsesión por el ejercicio, y él comenzó a tener una vida mejor cuando compré una segunda rueda sólo para él. Mirarlos era como ver a un matrimonio de muchos años, ella tan preocupada de él, y él consintiéndola en todo, pero ya no dormían juntos, él tenía una pieza en una figura de tigre de loza en el primer piso.
Joaquín se fue primero. Joaquina lo hizo seis meses después. El último mes dejó de ejercitarse, pero seguía pelando las semillas y dejándoselas a Joaquín en su tigre de loza, sólo que se acumularon desde que él ya no nos acompañaba.