Si tú te vas y yo me voy, ¿con quién se queda el perro? Fue un hecho para mí y no sólo una letra de una nostálgica canción de amor. La verdad es que muchas veces el estar enamorado y la posterior vida en pareja conlleva a muchas más cosas que sólo pertenencias materiales adquiridas, en un momento en común. Porque cuando uno decide separarse y decir adiós, resulta súper complicado vender el auto o repartir las cosas, pero sin duda lo más doloroso es cuando debes decidir con quién se quedará su mascota, tu casi hijo.
Nuestro hijo perruno llegó a nuestro hogar cuando llevábamos dos años de relación y él sólo tenía mes y medio de vida. El Ruffo era el shar pei más grande de su camada y desde pequeño demostró ser un canino muy inteligente, independiente y bastante humano para algunas cosas. Yo siempre me sorprendía al verlo sentado en una silla, en nuestra mesa, en medio de un asado como un invitado más o cuando llegaba a exigir cariños en la cabeza dándome una palmada en el brazo con su pata. Era todo un regalón y demasiado importante para mí, por eso nuestra separación es un hecho que me duele hasta el día de hoy.
Algunos se preguntarán, pero cómo, por qué tuviste que decirle adiós si lo querías tanto…Bueno, porque a veces la vida se complica y no te queda otra que tomar decisiones difíciles de entender. Y resulta que cuando nuestra relación amorosa terminó, al igual que padres separados, comenzamos a turnarnos en las visitas y cuidado de nuestro Ruffito, por lo cual él tuvo que andar un tiempo de acá para allá. Inicialmente, fue extraño, pero al menos nos permitía compartir con quien queríamos. El problema es que cuando una relación acaba y luego de vivir mucho tiempo juntos, uno siempre necesita volver a formar un nuevo hogar. En mi caso me fui a vivir a un departamento, el cual obviamente no poseía el espacio suficiente para un perro de tamaño mediano y acostumbrado a tener un patio gigante donde correr. Tenerlo conmigo sólo lo iba a estresar y llenar de infelicidad y en el caso de mi ex pareja, lamentablemente, también formó su nuevo hogar en un reducido departamento. Entonces ambos nos encontrábamos sufriendo por la misma encrucijada: ¿qué hacer? y ¿estás dispuesto a echar tu independencia atrás y volver a vivir con tus papás?
Difícil dilema, créanme, que finalmente pudimos solucionar cuando encontramos una familia que estaba feliz y entusiasmada con darle un nuevo hogar a mi amado compañero, y que además contaba con un patio envidiable y estaban llenos de amor que entregarle. ¿Doloroso? Sí, demasiado, terrible, nostalgia constante, ganas de haber triunfado la mayoría de las veces…Y si hay algo que confesar, sólo decir que no hay día en que no añore el cariño de mi único perro. Fue tanto el impacto que causo en mí, que me prometí nunca más volver a tener una mascota, quizás algunos me cuestionen y les parezca mal, pero para mí siempre será el único.
Y a veces, como dicen por ahí, dejar ir es el mayor acto de amor…