Esta es la historia de mi amiga Alexandra y su perrita Sasha:
Su familia, desde que estaba muy pequeña le inculcó el amor y el respeto por los animales. Creció entonces en un hogar donde siempre habían perros.
Con el paso del tiempo, Alexandra fue conociendo diferentes razas de canes en la medida que perdían a uno y adoptaban a otro. Y pese a que siempre soñó con tener un Cocker, jamás había tenido el gusto de tenerlo. Mi amiga, no se imaginó descubrir el amor canino sin previo aviso.
Una noche en que todo parecía marchar normalmente, toca la puerta de su casa un muchacho de la iglesia, conocido de su mamá, quien traía consigo una perrita negra, de orejas largas, muy temerosa y ansiosa.
Su mamá atiende al muchacho. Alexandra se asoma en la ventana, y es entonces cuando ve en su puerta la perrita de sus sueños, una Cocker negra de ojos dulces y hermosos, al verse se enamoraron mutuamente. Nadie se explica qué sucedió en el momento, pero cuando ambas se vieron, una conexión surgió. No dejaban de mirarse.
Las noticias que el chico traía eran que la perrita había sido abandonada en la iglesia, amarrada a un poste. Que dado que sabían que a su familia le gustaban los perros, pensaron en que quizás podían tenerla, al menos mientras se le conseguía un hogar.
La madre de Alexandra no estaba del todo convencida de recibirla, pero fue gracias a la insistencia de su hija y en parte de la perrita, con el eufórico movimiento de su pequeña colita al ver a la joven, que aceptó dejarla.
¡Qué emoción tan grande! ¿Será posible que sea esta mi oportunidad de tener una Cocker? Pensaba mi amiga, mientras la negrita entraba en la casa muy confiada, investigando y oliendo todo a su paso, con aires de confianza como si alguna vez ya hubiese estado allí.
Luego de aceptar como mascota a la perrita, decidieron buscarle un nombre. Por la forma del abandono, imaginaron que alguna vez tuvo un hogar y por supuesto un nombre, por lo negro de su pelaje pensaron que quizás podía llamarse Azabache, nombre por el cual algunas veces la perrita atendía. Y así la llamaron por unos días, hasta que el cuñado de Alexandra empezó a pronunciar sonidos al azar, esperando ver la reacción de la mascota, en lo que dijo "acha" surgió el nombre de Sasha. A ese nombre la perrita respondía muy bien todo el tiempo y así se quedó.
Los días venideros no fueron muy fáciles. Cuando Sasha llegó a su nueva casa, estaba minada de garrapatas, tenía una infección y sus ojos estaban muy rojos. Estuvo en tratamiento por muchos días, un baño era esencial, al igual que la ampolla contra las garrapatas, a diario se le sacaban montones. Afortunadamente, con los cuidados correctos, la perrita se sanó.
La familia supone que en su otro hogar llegó a pasar hambre, o le daban sólo restos de comida, porque continuamente la sacaba de la basura , especialmente las cáscaras de las verduras y las frutas, fue un trabajo arduo lograr que dejara de hacerlo.
Algo muy curioso era ver a Sasha enloquecer por el tomate y las mandarinas. Ella no podía ver que se estuviera picando un tomate o comiendo una mandarina porque movía agitadamente su cola sin parar, salivaba mucho y ladraba exigiendo que le dieran.
Sus años en su casa, la casa de Alexandra, transcurrieron felices, Sasha era una perrita educada, obediente, graciosa, súper cariñosa y especial. Era muy amada por todos los miembros de la familia. Alexandra y Sasha tenían una amistad. Eran la una para la otra.
Pero un día, repentinamente, Sashita amaneció coja. Al llevarla al veterinario encontraron que una de sus rodillas había explotado. Aún no se explican cómo pudo haber pasado eso.
Había que operarla. Las opciones eran:
1.- Dejarle su pata inmóvil en un ángulo de 45 grados.
2.- ponerle una prótesis, la cual costaba mucho dinero.
3.- dejarle un espacio entre los huesos de las patas para que con el tiempo saliera una callosidad que reemplazaría la rodilla.
La familia analizó las opciones, y consideró que la 3era era la más apropiada. Se hizo la operación.
Sashita salió bien de la cirugía y estuvo unos días en hospitalización. Luego de esto empezó su reposo en casa. Todo marchaba bien, hasta que su herida empezó a inflamarse, las curaciones no mejoraban su cicatrización.
Fue llevada de emergencia, el médico, que indicó volverla a operar. Para sorpresa de todos, se repitió la historia. A la tercera vez la perrita sale bien de la operación, pero es en recuperación de la clínica donde fallece de un infarto.
Mi amiga Alexandra, devastada no puede creer lo sucedido. Lloró incansablemente por su pérdida.
Tiempo después, Alexandra se entera de que el organismo de la perrita generaba coágulos en la sangre y por eso no lograba cicatrizar bien su herida. Luego de la tercera operación de su perrita, su corazón no aguantó.
Hasta el día de hoy Alexandra llora al recordar a su amiga Sasha.