Cuando era pequeña, junto a mis padres viajábamos al sur de Chile. Siempre nos quedábamos en General Cruz, en la casa de nuestros familiares. La estadía siempre fue maravillosa, porque íbamos a un río que quedaba cerca y nos bañábamos todo el día. Las tardes eran eternas, porque nos reuníamos todos cerca de una fogata. Cantábamos y comíamos pan amasado con mantequilla. Tengo lindo recuerdos, sin embargo, en una oportunidad, las cosas no fueron del todo buenas. Una pata se había quedado atrapada en unos alambres. Su rescate fue alarmante.
En la parcela había muchos animales dando vueltas. Cerdos, vacas, pollos y patos. Nosotros convivíamos con ellos, porque estaban sueltos. Los conocíamos tan bien, que hasta tenían nombres. Pero la mamá pata era la que más se robó mi cariño. Le decían “Patricia”, para poder llamarle pata, de cariño. Ella tenía 6 patos pequeños, a los cuales cuidaba bastante. Era una excelente mamá y era imposible topársela sola. Sus pequeños la seguían incondicionalmente. Todo bien, hasta que la “Patricia” se quedó enganchada en un alambre. Sus gritos se escuchaban por toda la parcela.
Mis papás y tíos corrieron a ver qué pasaba. Y claro, la pata hacía mucho ruido. Su pequeña patita se había quedado atrapada en un alambre suelto que estaba tirado. La situación era dramática, porque sus pequeños hijos la miraban desconcertados, sin moverse de su lado. Tuvieron que correr a buscar un alicate. Pero esa no fue la parte más dura, lo peor vino después. “’Patricia” no dejaba que nadie se le acercara. Cada vez que alguien quería cortar el alambre, ella tiraba picotazos al aire. Y así pasaron muchas personas intentando liberarla, pero todos quedaban picados y sangrando. La tarea se hacía imposible de resolver.
Finalmente, llegó el abuelo y dueño del fundo. Conocía muy bien a todos sus bellos y fieles animales. Se acercó con prudencia y aunque la pata quiso picarlo de inmediato, él supo ganarse su confianza. Tomó su pata y cortó delicadamente el alambre. Por fin estaba libre, aunque la llevaron adentro para saber si estaba bien. Y sí, tenía una pequeña herida que fue curada en el mismo momento, pero nada grave. Más grave estaban todos los que intentaron rescatarla antes. Llenos de picotazos.
A pesar de que no fue agradable la experiencia, me encantó ver el amor hacia los animales. La preocupación inmediata para saber ayudarlos cuando están en peligro. Es fundamental verlos como seres que sienten y respiran. Además, pude reconocer lo divertidos y especiales que son los patos.
¿Has tenido contacto directo con patos?