Meses atrás fui de vacaciones de invierno con una amiga al campo. Ella tiene familia allá, y decidió invitarme por un fin de semana para que nos relajáramos y pudiéramos desconectarnos un poco de la ciudad.
Como gente de campo, eran muy amables y acogedores, y como era de esperarse tenían muchos animales, cosa que me puso muy feliz y animada hasta que supe en realidad los criaban para venderlos o comerlos. Me dio mucha pena entonces ya que soy vegetariana y no comparto su modo de pensar, por lo que tuve que explicar que no como carne para evitar problemas, cosa que entendieron muy bien.
Había a pesar de ello, un conejito mascota al que cuidaban mucho por haberlo criado desde pequeño. Su nombre era Copin, y era muy tierno ya que a diferencia de otros conejos, su carácter era bastante amistoso. Tenía una franja color crema atravesando su oscuro lomo, lo que le daba un aspecto adorable.
Rápidamente me encariñé con él. Copin andaba libre por toda la casa, jugando con todos y acostumbrado al contacto humano.
Una tarde sin embargo, la familia decidió hacer un asado que implicaba sacrificar a un animal. Nada tranquila y con mucha tristeza, decidí participar para no ser mal educada con la familia que tan bien me había recibido. En tanto, me di cuenta de que Copin había desaparecido, y asustada alerté a todos para que comenzáramos su búsqueda.
En medio del caos, me di cuenta de que la parrilla era muy grande y alta, con ladrillos que me llegaban casi a la cadera, por lo que miré queriendo no imaginar lo peor, ¡Y ahí estaba Copin! ¡Atrapado bajo una capa de carbón y leña!
Aún no comprendo cómo llego ahí sin que nadie se diera cuenta, y gracias al cielo el fuego aún no había sido prendido, o un evento familiar y agradable hubiese terminado en tragedia. Copin tenía algunos rasguños y raspones por el peso de la leña, sin embargo nada grave le ocurrió, considerando que el pobre conejito pudo haber sido cocinado por accidente.
¡Qué gran salvada!