Nuestros perrines nos sorprenden con travesuras que rayan en lo insólito. Hacer explotar sillones o tirarse "punes" en situaciones de etiqueta son algunas de sus especialidades, y sus dueños encontraron una forma de hacerlos "confesar" sus oscuros pecados y avergonzarlos frente a todo el mundo a modo de venganza. Se trata del "dog shaming" o el (a estas alturas, arte) de delatar a nuestros peludos compañeros por los crímenes cometidos que les han hecho pasar rabias o vergüenzas a sus abnegados amos. Vean los más divertidos letreros donde estos mal portados quedan en evidencia, y para congraciarse con sus amos ponen cara de tristeza y arrepentimiento, aunque todos sabemos que en realidad les importa un comino.
Me escabullo a la casa de mis vecinos budistas, y me como las ofrendas destinadas a Buda
Me gusta ponerme frente al ventilador y tirarme pedos, para que el olor llegue directamente a la nariz de mi mami.
Mi nombre es Bailey. Mi papi me ignora cuando juega videojuegos. Hoy me hice cargo del problema.
Siento haber saltado sobre la mesa de invitados con tus calzones de abuela puestos en mi cabeza.
Me metí en la cartera de mamá mientras dormía, me comí un tubo de lápiz labial rojo y masqué tres billetes de un dólar.
A Yoda maté. La fuerza estaba conmigo.
Abrí la puerta y dejé que entrara un ladrón.
Me comí una botella de escarchilla y ahora mi caca tiene brillitos.
Vomité sobre un niñito que dormía siesta.
Mi papá no puede estar desnudo frente a mí, porque yo creo que sus partes pudendas son juguetes y trato de mordérselas.
Me he comido tantos legos, que podría defecar una nave de Star Wars.
Me hice pipí en la cama de mis papás. Ahora debo usar esta corbata hasta que aprenda a ser un caballero.