Un día llegó una perrita sin nombre ni padres a Limache. Se notaba su abandono, ya que lo único que buscaba era compañía. Me contaron que seguía a un caballero que andaba en bicicleta y que trabajaba al lado de la casa de mi abuela. Él le daba pan a veces, pero lo tenía aburrido, ya que la consideraba muy hostigosa. Después de echarla en reiteradas ocasiones, ella comprendió que no era bienvenida y pasó a sacar la comida de los perros de mi abuela. Ella la echaba con un trapo o con la escoba, diciéndole “sale perra fea”, ya que no quería hembras porque se preñan (típica mentalidad antigua, que hoy en día es poco comprensible), además con tres perros que cuidar no necesitaba más. Le pidió a mi abuelo que la fuera a botar a otra parte, porque le molestaba que se sentara todos los días en la puerta a esperar comida. Mi prima chica la vio en una de sus visitas y le pidió a su mamá que le comprara alimento para que los abuelos no la boten, sin embargo en su casa tampoco querían otra mascota, ya que tienen una gata llamada Madonna.
Yo me encontraba triste aún por la pérdida de mi cachorra de seis meses, que fue atropellada antes de Navidad, sin ni siquiera recibir ayuda de quién le dio muerte en un par de segundos. Sin embargo, mi otro perro de 13 años me seguía alegrando la vida con sus mañas y regaloneos como siempre. Cuando fuimos a la casa de los abuelos un fin de semana y vi a esta perrita sin nombre, tan linda, no comprendí el rechazo y tuve una conexión tan importante con ella, que me recordó a mi cachorra recién fallecida. A simple vista no se parecía en nada, pero eran igual de cariñosas, regalonas y confiadas, tanto que a quién llegara le hacían fiesta moviendo la colita y mostrando la panza para recibir un poco de cariño, aunque no se lo quisieran dar.
Sin duda me enamoré y me la llevé a la casa en Quilpué. El viaje en auto fue muy tenso, ya que ella temblaba y dejaba ver su miedo, tal vez recordando el abandono de su antigua familia, no lo sé, pero al llegar a la casa y conocer a mi otro perrito se sintió inmediatamente feliz y acompañada (aunque mi perro no tanto, porque es bastante mañoso y le encanta ser el regalón). Era y sigue siendo una perrita tan querible y generosa con su afecto, que por ello la nombré “Holly”, que es el nombre de una flor usada en el sistema de flores de Bach, que también es denominada la “flor del amor”. A los siete meses aproximadamente la esterilizamos y pasado un tiempo presentó unas manchas rojas en la piel, específicamente en su guatita en un sector que no tiene pelo. La llevamos con mi papá a varios veterinarios, dijeron que era sarna, alergia a las pulgas, al sol, sarna de nuevo…pasó por lo menos un año, en que las heridas se volvían más extensas, hasta que llegamos donde un médico que nos dijo que probablemente era carcinoma espinocelular (cáncer a la piel) y que había que sacar el trozo de piel afectado. Era mucha la dimensión de la herida y no me pareció lo correcto, así que busqué oncólogos veterinarios, llegando a la Universidad de Chile en Santiago, donde luego de varios exámenes confirmaron el diagnóstico y hasta hoy recibe quimioterapia.
Cuando supe de la enfermedad de mi perrita me hice una pregunta ¿qué habría pasado si hubiese seguido en situación de abandono? Y me puse a pensar en cuántos perritos no tienen la misma suerte. Si bien hoy la adopción es un tema de relevancia, hay que tener presente que no todos los cachorros están sanos (sobretodo cuando no reciben leche materna) y que así como los seres humanos, pueden tener enfermedades y complicaciones que hay que asumir con cariño y responsabilidad. Adoptar una mascota es tener un nuevo miembro de la familia y no se le puede abandonar en los peores momentos, menos con todo el afecto que nos dan sin pedirnos nada a cambio. Afortunadamente ella ha evolucionado muy bien y su cáncer no tiene probabilidad de ramificación, lo cual es un muy buen diagnóstico. Agradezco que haya llegado a mi vida y a mi familia, nos divierte y nos entrega alegría a todos, incluso a mi perro que le costó un poco aceptarla, pero que con el tiempo ha bajado su nivel de ansiedad por estar acompañado y tiene la posibilidad de sentirse el líder de los dos, que es algo que le encanta, ser el rey. Bueno la Holly ni se entera, pero lo sigue a todas partes, igual que a nosotros. Gracias Holly.