Para los que amamos a los animales, conocer sus historias se transforma en un privilegio. Es más, poder pasar tiempo con ellos y ver cómo cambian con el paso del tiempo, nos hace amarlos, respetarlos y quererlos. Y es por este motivo, que hoy, con mucho orgullo, les contaré la historia de “Canela”, una perrita labradora muy especial. Ella trabajó gran parte de su vida en la PDI y cuando la conocí, ya había jubilado. En la actualidad, ella nos protege desde el cielo.
Recuerdo perfecto el día en que la vi por primera vez. Fuimos a visitar a la abuela de mi pololo, quien vivía en una hermosa y espaciosa parcela. De pronto, entre tantos gatos, patos y gallinas, apareció ella. Imponente, pero caminaba sin apuro, porque el paso del tiempo ya la estaba afectando. “¡Canela!”, le gritaron apenas apareció. Recién ahí, ella decidió apurar el paso y correr con ganas hacia nosotros. Era demasiado linda, alta y fornida. Y por lo demás, disfrutaba de sus lindos días sin trabajo.
De inmediato, la abuela trajo fotografías de ella cuando era joven. Para mi sorpresa, estaba vestida con el uniforme canino de los perros dedicados a trabajar en la PDI. Ella detectaba drogas camufladas en equipajes y ropas. Era una excelente trabajadora, pero sus días ajetreados ya habían terminado. La parcela se había transformado en su nuevo hogar, hace 4 años desde su retiro.
A Canela la adoptaron gracias a que un conocido de la familia, que trabajaba con ella en la PDI, les contó que esta perrita ya había cumplido con sus funciones en la institución. Había cumplido 13 años de servicio y ellos consideraban que era tiempo de su retiro. Y como la familia quería tener un perro hace años, decidieron que Canela sería la mejor compañía para sus días. Fue entonces que el conocido trasladó a Canela a su nuevo hogar, después de largos años sirviendo con su olfato en la Brigada de Animales de la Policía de Investigaciones de Chile. Fue genial ver como un perrito tan añoso tenía aún la oportunidad de ser adoptado, no muchos tienen esa suerte.
Desde que Canela llegó a su nueva casa, solo se dedicó a llenar el lugar con su alegría. Decían que se creía la mamá de los gatos, porque los trasladaba en su lomo con suma prudencia. Jamás se portó de manera imprudente, pues era muy educada. Y es que sus días en la PDI, le enseñaron a controlar los impulsos propios de cualquier perro. Sin embargo, hace dos años, me enteré de la triste noticia de su partida. Lamentablemente, dejó este mundo, pero nos regaló hermosos y bellos momentos. Aún lloro cuando la recuerdo, porque a pesar de ser una gigante labradora, su carácter era tan dócil como un chihuahua.
¡Te recordaremos por siempre, Canela!
¿Te gustó la historia de esta hermosa perrita?