Una mascota puede traer mucha alegría a las personas. Le brinda compañía y amor incondicional. Y este vínculo especial se puede trasladar a todos los miembros de la familia. Y además, puede lograr un vínculo especial entre padres e hijos.
Porque la verdad es que los perros nos ven como parte de su familia. Se dice que los perros sienten afinidad a sus dueños como ellos lo hacen con sus propios padres perrunos. Esta sensación de familia puede ayudar a estrechar los vínculos existentes entre los que integran el núcleo y en especial, padres e hijos.
El padre es la figura de autoridad que enseña con amor la responsabilidad a sus hijos. Desde temprana edad, los niños pueden aprender el valor de sus actos con otro miembro de la familia: el perro. Pero es un proceso que debe ser inculcado por el padre. El papá debe enseñar a su hijo pequeño la importancia de la rutina con el "otro hijo". Hay que alimentarlo, bañarlo, estar pendiente de sus necesidades. Muchos padres enseñan a sus hijos desde pequeños a recoger los excrementos del perro. Esto no es un regaño, es una lección donde el hijo entiende que el perrito, como parte de la familia, tiene recibir amor y cuidados. Mientras que el padre enseña esto a su hijo, también le enseña un poco de amor.
También se ha comprobado que los perros ayudan a niños con cuadros de hiperactividad. Según Psychologytoday.com, una mascota puede ser muy beneficiosa en el desarrollo de responsabilidades, horarios, actividades que el niño hiperactivo puede extrapolar a otras instancias de su vida. El padre colabora en este proceso ayudándolo a adquirir está responsabilidad. También el juego y la misma presencia del perrito puede ayudar a calmar al niño con exceso de energía y es un proceso donde el padre puede intervenir activamente. En la página también señalan que los perros pueden ser usados para enseñar técnicas de modificación de conducta a los niños y sus padres. Lo más importante en el caso de los niños hiperactivos o con déficit de atención es que entiendan que la relación con el perro está basada en el amor y no debe ser una fuente de estrés. El padre ayuda enseñándole y acompañándolo durante el proceso.
Y cuando llega la adolescencia, un perro también puede ayudar. Las caminatas con el perro pueden ser un momento de acercamiento entre padres e hijos. Si se les ha enseñado desde chicos que las necesidades del perro son las necesidades de otro miembro de la familia, el "sacar al perro" no tiene que ser una obligación de uno de los integrantes del núcleo familiar. Puede ser una tarea que se realice con amor. Y también un momento donde los padres e hijos compartan sus vivencias del día, sus inquietudes, una conversación sincera y cariñosa donde además le brindan un poco de cariño al integrante peludo de la familia.