Me es difícil escribir sobre Paloma, “la gorda”, como le decíamos de cariño. Una perrita que nos regaló mi tía y que la obtuvo a cambio de 5 mil pesos y una bolsa de comida para el resto de los perritos que seguían esperando por ser adoptados en la perrera municipal. Ella tenía el pelo claro, era gordita y de patas cortas. Regalona al máximo, con guata de tarro y con más emoción de salir a pasear que de obtener resultados físicos.
La primera vez que me despedí de ella fue el 2009, cuando me tuve que ir a vivir a Santiago a estudiar periodismo y con el corazón roto tuve que decirle adiós a mi compañera de tantas tardes en casa, de paseos y de una que otra pena del corazón. El lado bueno de esto era que al llegar las vacaciones la volvía a ver, nos dábamos amor, mucha compañía y recuperábamos el tiempo perdido.
Sin embargo, el paso de los años se fue haciendo evidente y de a poco “la gorda” se fue apagando. Primero le dolían las patitas, luego las articulaciones, su cuerpo dejó de tener la misma vitalidad y finalmente una peritonitis terminó por cerrar sus ojitos. Fueron 3 días en que mi mamá me llamaba y me informaba acerca de cómo iba la salud de Paloma, pero su descompensación era evidente y finalmente partió el 21 de mayo del 2013. A pesar que no estuve presente en el funeral mi mamá se preocupó de mostrármela por última vez a través de webcam y vi como mi familia se despedía de ella y la dejaban en el patio de la casa en una tarde en que nevaba y hacía mucho frío en Punta Arenas.
“La gorda” nos marcó y nos dolió por años su partida, pero finalmente nos volvimos a recomponer. Por mi parte, recibí de regalo un chihuahua para que me hiciera compañía en mi departamento en Santiago, en tanto, mi hermana adoptó una gatita para nuestro hogar magallánico y nuevamente volvimos a ser una familia que recibía cariño de hijitos peludos de cuatro patitas.
No les voy a mentir, la partida de una mascota duele muchísimo, pero nunca hay que cerrarle el corazón a un nuevo integrante perruno o gatuno a nuestros vidas: porque amor más sincero, fiel y recíproco que el de una mascota, nunca van a encontrar. Y negarse a volver a querer es el peor error que uno podría cometer, la vida esta compuesta de dulce y agraz, amar es arriesgarse un poco, de eso se trata. Si tienes un corazon generoso y amante de los animales, no te niegues a querer de nuevo. Por supuesto, permítete un tiempo de duelo, y luego de ese periodo, considera volver a adoptar. Muchos animalitos esperan un hogar.