El unicornio es la más popular de las criaturas mitológicas, toda niña cuando es pequeña sueña con tener uno de aquellos caballos blancos con cuerno en la frente, los cuales son signo de fidelidad, protección, espiritualidad y de ímpetu, capaces de derrotar hasta el más fuerte adversario.
El aspecto del animal es el de un caballo joven, blanco, con cuerno en forma de espiral, barba de chivo, grandes patas de antílope y una cola peluda como de león. Sus ojos serían de tono azul y a veces el cuerno podía ir adquiriendo diferentes tonalidades –cualidad que daba la idea de sus poderes mágicos–.
Este mito se gesta en la antigua Grecia donde se creía que el consumo del cuerno de unicornio daría vida eterna a quien lo bebiera. Sin embargo, los más audaces engañaban con estas palabrerías a los nobles a quienes le daban polvo de cuerno de otro animal para que pudiesen realizar su infusión y fabricar el vaso en que debían beber el trago, pues su material también debía ser hecho del cuerno ahuecado. Incluso, los vikingos vendían los cuernos de narval haciéndolos pasar por el de unicornio dada la forma contorneada que tenía el del animal marino.
En el pasado la búsqueda inalcanzable del unicornio llegó a tal extremo que se llevaba a una doncella (joven virgen) para que la peligrosidad del animal se redujera, atrajera a la criatura debido a su pureza y se “cazara” al animal.
La aceptación de este mito está extendido que está presente en todo tipo de ámbitos de nuestra vida: vestimenta, obras de arte, canciones, poemas y novelas.
A pesar de que se sabe que este animal no es real, a muchos a veces nos gusta pensar en que pudiera existir un animal tan hermoso, de cuentos, que quizá se encuentra por ahí, en algun lugar escondido, oculto de las garras implacables del hombre.