Si bien es cierto, aún no me transformo en mamá, de alguna manera sí lo soy. La única diferencia, es que soy mamá de un gato. Decidí adoptarlo hace 11 años, aunque siempre he pensado que él me escogió a mí. Llegó un día de lluvia y se quedó en mi ventana. Al segundo día, ya estaba instalado en mi cama. Es verdad, decidí adoptarlo y darle la vida que alguien le ignoró. Tiempo después, me enteré que una vecina lo había tirado en mi casa. En el fondo, le agradezco, porque mi gato ha llenado mi vida.
Es difícil aprender a conocer un gato. Sobre todo, porque son una especie súper extraña. A veces quieren cariño, a veces no. Duermen muchas horas por el día y por la noche, andan súper activos y se mueven por toda la casa. Al principio me costó entender sobre qué comida debía darle, así es que como vi siempre en películas, le daba leche y arroz. Pero luego él se aburrió, así es que debí comprarle comida seca, de esa que se compra en los negocios para mascotas.
De a poco, fuimos conociéndonos. Porque ellos también deben saber cuándo estás disponible para sus juegos o cuando estás ocupada. Incluso, fuimos generando costumbres que me fueron ayudando a comprender qué quería. De esta manera, cuando yo hago sonar la bolsa de su comida, él corre rápido y me pide. Otras veces, cuando él quiere acostarse para dormir juntos, camina despacio en dirección a mi pieza y se para en la mitad. Desde ahí, me llama incansablemente. O cuando quiere jugar, toma su pelota con el hocico y me lo pone entre los pies, igualito a un perro. Y finalmente, entendí que hay muchas cosas que él odia de mí jajaja
También aprendí a que no debía darle chocolates, porque le hacía mal. Y por otro lado, él me enseñó que le encantan las verduras, las zanahorias y las lechugas. Sí, es un gato súper vegetariano. Además, no le gusta el pescado. Es extraño, porque en los dibujos animados, lo que más prefieren los mininos, son los pescados. Bueno, él prefiere el pollo. Se vuelve loco cuando siente que están preparando pollo en la cocina.
Durante estos 11 años, he sido eternamente feliz. Además de que es un compañero fiel, en todas las etapas de mi vida, me da alegría poder darle la vida que se merece. Esa misma que una persona no quiso darle algún día. Adoptar a un gato de la calle, es lo mejor. Son únicos y a su manera, te agradecen lo que haces por ellos. Lo importante, es aprender a conocerse. Es como una relación de amor. Porque, definitivamente, lo amo y no me imagino la vida sin él.