Es conocido que las personas con discapacidad visual muchas veces cuentan con la ayuda de perros lazarillos para poder llevar a cabo sus labores cotidianas, pero ¿por qué no lo hacen con otros animales? Es obvio que no podrías usar una vaca como lazarilo, pero ¿alguna vez has visto un gato lazarillo, por ejemplo? Estoy segura de que la respuesta es "no".
Las razones para esto radican en la desconfianza que se tiene en los felinos para cumplir con ciertas labores. El entrenamiento de un lazarillo no es simplemente para traerle cosas al amo, sino que implica tomar decisiones en situaciones de vida o muerte, como cruzar una calle con mucho tráfico. Los gatos son animales independientes y a veces manipuladores, puede que sean muy cariñosos y a veces sin razón dejan de obedecer y se vuelven ariscos.
Esta manera de ser tan impredecible de los gatos hace que no sean los candidatos idóneos para ser lazarillos. Pero hubo una vez un gato lazarillo. Su nombre era Baby, y guiaba a su dueña Carolyn por las calles en el año 1947. No tuvo ningún tipo de entrenamiento, lo motivaba sólo el amor por su dueña. Y a pesar de que efectivamente la ayudaba a caminar por la vereda y a detenerse cuando había algún peligro, a veces se detenía sólo para lamerse o para acariciarse contra los pies de su dueña. De todas maneras, recibió una medalla por su labor.
Otro caso digno de mostrar, a pesar de no ser exactamente un lazarillo, es el de Trevel y Pudditat. Trevel es un perro que quedó ciego y con muy poca audición, y se lastimaba todo el tiempo, hasta que su dueña adoptó a Pudditat, una gata callejera que se fue convirtiendo en el lazarillo del perro. Ambos salen a caminar juntos, confiando el uno en el otro.
A pesar de no ser los animales más indicados para la labor, pueden ser grandes compañeros de vida si se les sabe comprender y aceptando su forma de ser, a veces bipolar e impredecible.