Hace unos años vivíamos en una casa con un patio muy grande y ya teníamos dos perros, así que mis padres no dudaron en aceptar al perro de unos amigos, que por cambio de casa ya no podrían tenerlo. A "Coronel", el perro en cuestión, sólo lo habían visto un par de veces y nunca por periodos extendidos, pero era un lindo pastor belga.
Las sorpresas comenzaron cuando lo fueron a buscar y descubrieron que no le habían enseñado nada. Imagina tratar de lidiar con un pastor belga grande y pesado que no le hace caso a nadie. La solución inmediata fue contactar al entrenador de mis otros perros, quien luego de varias sesiones dijo que era un animal muy difícil.
Coronel era un animal simpático pero torpe, con sus tremendas patas más de un dedo del pie nos reventó sin querer. Y a más de una visita casi le dio un infarto cuando aparecía y saludaba ‘cuidadosamente’ de forma repentina, descubriendo su camuflaje negro perfecto para la noche.
Llegó el día en que tuvimos que decidir qué hacer con Coronel, mantenerlo en casa se estaba poniendo cada vez más complicado, ya que su torpeza solo iba en aumento.
Nos contaron que la policía estaba buscando nuevos perritos y que las audiciones venían pronto, así que decidimos llevarlo al examen para ver si podía servir al servicio del país.
La única prueba de obediencia que ese día estaban tomando los policías, era que los perritos se quedaran sentados mientras sus amos se alejaban. Ese día Coronel decidió obedecer, una de las pocas veces que lo había hecho. Claramente quería entrar a la policía. Hoy Coronel patrulla las calles de la ciudad, junto a su nueva familia.
Imagen CC Seongbin Im