La Navidad es, sin duda, una fecha hermosa. Se puede respirar la paz y el ánimo de las personas de disfrutar junto a sus seres queridos. Sin embargo, para mí y mis vecinos, este 24 de diciembre comenzó bastante mal. La "Puqui", una perrita callejera de más de 15 años, quedó atrapada en un enorme trozo de alambre púa. Fue horrible verla así, además que ya está demasiado viejita como para batallar tanto.
En mi casa se vivía el estrés navideño. Tratar de ver que no faltara nada para la cena o que todos los regalos estuvieran bien cerrados. En el fondo, todo genera un poco de euforia. Por lo mismo, nos levantamos muy temprano ese día: había muchas cosas que ordenar para la noche. Todo iba como de costumbre, hasta que por la calle una vecina pasa corriendo. Nos llamó la atención, pero no salimos a ver qué pasaba. Hasta que un pequeño niño apareció gritando: "La Puqui está atrapada, está sangrando". No lo dudamos, corrimos tras él.
Y ahí estaba la Puqui. Aún no llegaban muchos vecinos, porque eran recién las 8 de la mañana. En la plaza de la villa están haciendo unos arreglos a los juegos de niños. Maestros de la construcción van y vienen. Materiales peligrosos quedan repartidos, así es que pusieron una cinta a lo largo que decía: "Cuidado". Sin embargo, como la cinta es a prueba de humanos y no de perros, la Puqui se metió donde no debía y le fue bastante mal.
Debajo de un columpio, estaba enredada en un trozo filudo de alambre púa. Tenía las dos patas traseras atrapadas. Nos acercamos, pero con mucha cautela para que no se moviera y pudimos ver que el alambre le estaba hiriendo mucho. Lo primero era ver cómo la tranquilizábamos para que no se moviera y se hiciera más daño. Un vecino trajo un jugoso pedazo de jamón y se acercó a la “Puqui”, tranquilamente. Conseguimos que comiera algo, mientras buscábamos la solución definitiva. Aunque lo que sí sabíamos, es que no le aplicaríamos eutanasia, sobre todo, si podíamos salvarla. Aunque sus heridas fueran graves.
Menos mal, hace muy poco llegó a la villa un técnico veterinario. Es un joven de muy buena voluntad, así es que se nos ocurrió llamarlo para ver qué podíamos hacer. Llegó y nos recomendó ponerle un tranquilizante para que durmiera un rato. Decidimos que era lo mejor, así los hombres podrían desenredarla sin que pusiera resistencia. Le logró suministrar una dosis y a los cinco minutos, la Puqui estaba en el quinto sueño. Por fin pudieron sacarle el alambre que tanto le apretaba las patitas. Sólo ahí logramos ver que las heridas estaban bastante profundas. Un vecino ofreció su casa y el veterinario pudo limpiar sus heridas y curarla.
En una hora, la “Puqui” estaba como nueva. Y comía con muchas ganas. Para la tranquilidad de todos, decidimos hacer un regalo navideño: todos le daríamos un pedazo de su jamón favorito. Y de esta manera, todos, incluida la “Puqui”, pudimos pasar una hermosa Navidad junto a los nuestros.
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Imagen CC David Lombardía