Cochinoncio era un gato muy sucio. Nunca supe cómo se llamaba realmente, pero el apodo le quedaba perfecto. Este felino de blanco pelaje, estaba teñido de un café verdoso y olía a basural. Era gordo y de maullar ronco, y le gustaba entrar por el balcón de mi pololo cuando pillaba la ventana abierta.
El sobrenombre se lo ganó en un carrete, cuando entró a la casa y todo mundo lo quedó mirando con un vaso en la mano. En vez de huir o alejarse, comenzó a lamer unos platos que estaban en el suelo y, cuando uno de mis amigos se atrevió a acercarse a acariciarlo, sintió el putrefacto olor y exclamó: "¡Cochinoncio!". A todos les causó gracia el nombre y quedó oficialmente bautizado como el gato más cochino en la tierra.
La verdad es que este gatito tenía una obsesión por escarbar los basureros. No era vago ni estaba abandonado, la vecina le daba su comida y agua, pero no eran suficiente para él. Además, se la pasaba entrando a otras casas con total descaro, comiendo lo que encontrase. Aún así, todos le tenían cariño y le tiraban comida por la ventana, después de tirarlo a él hacia la calle.
Un día, se nos ocurrió la genial idea de bañar a Cochinoncio. Apenas tocó el agua con la punta de la patita, se abalanzó sobre nosotros rasguñando todo a su paso. Rajó las cortinas en busca de una salida y al abrirle la puerta, se encontró con el perro y, con el susto, le dio una especie de paro cardíaco. Ahí estaba el pobre gatito, perplejo y tiritón, se quedó un rato así y después no se movió más.
Fuimos a dejarle el minino a la vecina, nos sentíamos pésimo y no sabíamos cómo compensar la pérdida. Ella lo recibió, entendió lo que pasó y aseguró que: "Son cosas que pasan". Comenzamos a caminar para devolvernos a casa, cuando nos dimos cuenta de que la dueña de Cochinoncio, había metido sus restos en una bolsa de basura.
Pobre gatito, pese a que finalmente terminó sepultado en su lugar favorito, fue la idea del baño lo que lo terminó por matar. En realidad, hay muchos animalitos que son felices con otras costumbres -que no son las que esperamos - pero hay que aceptarlos tal como son, después de todo, lo importante es que sean felices.
Imagen CC Helmuts Guigo