Hace algunos meses, una amiga mía encontró un conejo en el patio de su casa. Ella, al igual que yo, es una amante de los animales así es que decidió dejárselo. Es el conejo más inquieto que he visto en mi vida. Puede pasar horas corriendo en círculos. Por este motivo, mi amiga tuvo que modificar la reja de su casa, precisamente para que no se escapara. Le puso "Tato", porque siempre que desaparecía, se ocultaba en un par de zapatos viejos de su papá.
Así pasaron los meses, Tato era un conejo muy feliz, a pesar de que mi amiga siempre pensó que estaba perdido, ya que no era común ver a un conejo tan bien cuidado por la calle. Sin embargo, se creó un lazo de amistad muy grande entre ellos. Además, todo lo que “Tato” necesitaba, lo tenía. Todo marchaba muy bien, hasta que un día de mucho calor, pasó lo que todos temíamos: Tato desapareció durante una tarde completa. Ni las famosas protecciones que mi amiga le puso a su patio, sirvieron para mantener al hiperactivo conejito en su lugar.
Me llamó desesperada, así es que decidimos ir a buscarlo. Era una tarea muy difícil, porque conociendo a Tato, podría estar muy lejos. Comenzamos buscando patio por patio. Pasamos dos horas completas sin encontrar rastros del conejo. Ya estábamos bajando los brazos, cuando veo un punto blanco en el patio de en frente. Corrimos hacia allá y claro, ahí estaba escondido. Y muy bien escondido, porque el vecino tenía dos perros rottweilers muy grandes. Nos asustamos mucho y entendimos por qué Tato no había querido salir de su guarida.
Obviamente, si los perros lo veían iban a querer correr detrás de él. Nos arriesgábamos a mucho, si es que queríamos que Tato saliera ileso. Llamamos al vecino para que nos pudiera ayudar, pero nada. Volvimos a llamar una y otra vez y nadie salía. Los perros sólo atinaban a ladrarnos. Al ver que nadie respondía a nuestros llamados, decidimos crear un plan de rescate. Yo llamaría hacia un lado a los dos perros, les daría comida jugosa, mientras que mi amiga llamaría a Tato con su verdura favorita.
El plan era bueno, así es que partimos a comprar comida rica para lograr nuestro objetivo. Cuando llegamos al lugar, seguimos el plan al pie de la letra. Llamé a los dos perros, menos mal sabíamos sus nombres, así es que sería más fácil. "Rocky" y "Pancho" vinieron hacia mí, pero siempre alertas. Yo trataba de distraerlos, pero Pancho, como buen perro cuidador, se detuvo a mirar lo que hacía mi amiga. Mientras Rocky se devoraba la comida que le llevamos, el otro miraba con recelo toda la acción. No pudimos seguir nuestro rescate, era muy peligroso.
Tuvimos que abortar la misión. Decepcionadas, cansadas y tristes, nos sentamos a esperar a los vecinos. Ellos tendrían que llegar en algún momento. Y así fue, tipo 8 de la noche llegaron. Les pedimos que encerraran a sus perros para sacar a Tato, que a esas aturas estaba muerto de hambre. Los vecinos aprobaron nuestra petición y finalmente, pudimos rescatarlo. Lo metimos en una cajita y lo llevamos a casa para que pudiera comer. Pese a todo, Tato está sano y salvo. Y ojo, desde aquella traumática vez, no se ha vuelto a escapar.
¿Has tenido que rescatar a algún animalito? ¡cuéntanos tu historia!
Imagen CC Ruurmo