Los gatos son animales carnívoros por naturaleza, es por ello que cazar ratones o comer un pescado los vuelve realmente locos. Aceptando esa naturalidad de los felinos, compré el famoso Whiskas para el pequeño 'Fufy', que hace poco había dejado de ser amamantado por su madre.
¡Se supone que es el más irresistible!, situación que me quedó clara cuando sus hermanitos comenzaron a masticar el famoso y crocante alimento, pero que me confundió cuando 'Fufy' sólo se limitó a olerlo.
Insistí convidándole directo en su hociquito, pero el pequeño minino lo escupía al suelo. La madre de los gatitos ya no quería amamantarlo, por lo que intenté con otras opciones: alimento remojado, atún, etcétera. Pero no quería nada. Sólo se limitó a recibir un poco de leche - aunque sabía que no le hacía bien - y no quiso comer más.
Al siguiente día, en el almuerzo, me serví un plato de tortillas de acelga (¡ñammy!) mientras los gatitos daban vueltas por la casa. 'Fufy' se aceró a mirarme y de un salto, se subió a mis piernas para olfatear la comida.
Casi sin darme cuenta, el diminuto gato se estaba devorando mi almuerzo - de seguro tenía mucha hambre - para luego saborear la ensalada de lechuga. Quedé impactada, incluso llamé a mi familia para que viese la atípica escena.
Y bueno, raramente 'Fufy' se convirtió en mi gato vegetariano. Aunque luego del año comenzó a tomarle el gusto al famoso Whiskas, la primera parte de su vida se la pasó tragando papas, carne de soya y mi preciada tortilla de acelga.
Finalmente, de toda la camada de felinos, fue el único que dejé para mí. Dicen que los animales se parecen a los dueños, ¡pero jamás pensé que llegasen a tales extremos los parentescos!
Imagen CC Louis Gaar