He tenido muchos perros, gatos, conejos y otros animales que aún no sé bien qué son. La mayoría de ellos llegó de improvisto o en "reemplazo" del anterior, ése fue el caso de Toby "Segundo", quien llegó tras la muerte del primero directo a ocupar el trono perruno -el "trono máximo" era siempre felino -.
Este perrito llegó muy pequeño, mi papá lo trajo desde un antiguo albergue camino a Concepción. Era diminuto, de color blanco y con minúsculas pintas café. Cuando llegó a mi casa, no había otro perro así que se acomodó de inmediato en su nuevo hogar. Al tiempo, la necesidad de un compañero se notó y trajimos un cachorro Pastor Alemán para que lo acompañara. Se llamaba Rocko.
Toby ya había crecido lo suficiente para que su nuevo acompañante se viese pequeño al lado de él, razón por la que - a escondidas de nosotros - lo empujaba, le quitaba su comida y a veces mordisqueaba. Incluso una vez, mientras el cachorro intentaba bajar un escalón del patio, Toby lo arrojó escaleras abajo. Más allá de llorar el pequeño Pastor Alemán no hizo nada: se quedó triste y solito.
Pasaron unos meses y mi perro seguía molestando a su compañero: incluso cuando Rocko alcanzó el tamaño de Toby, éste continuó fastidiando. Pero un día, cuando el cachorro ya triplicaba su tamaño, Toby fue a quitarle la comida y su compañero no dudó en enseñarle los dientes con un gruñido.
Los papeles se invirtieron y el pequeño quiltro dejó de fastidiar a su amigo agachando cabeza y asumiendo que él ya no ocupaba el trono perruno. Toby estaba triste, no tomaba en cuenta su comida y lo saqué casi arrastrando a dar un paseo a la playa junto a Rocko.
De repente, cuando caminábamos por la orilla se acercó una jauría - al rededor de cuatro perros - a molestar al par: Toby arrancó y todos los perros corrieron detrás de él, estaba horrorizada y para rematar, Rocko se soltó de la correa y fue corriendo tras grupo canino. De un solo ladrido, el Pastor Alemán espantó a los cuatro animales que estaban encima de Toby, salvándole el pellejo a su amigo.
Luego de ese episodio - en el que casi se me sale el corazón - ambos perros son grandes amigos; duermen juntos, usan el mismo plato para beber, aunque no comparten los huesos, y hasta posan igual para las fotos. Aunque creo que en un buen tiempo no volveremos a ir a la playa.