Para los amantes de los animales como yo, es difícil preferir la historia de un solo perrito que has conocido y que te ha entregado amor. Ya les he contado otras historias, como la del "Rubio" y de la "Pandilla de los Chalecos", pero la de hoy, es una historia que me llena de emoción.
Un día, junto con mi pololo, mientras andábamos en bicicleta, nos comenzó a seguir una perrita. Nos hacía gracias y corría junto a nosotros cuando subíamos la velocidad. Nos percatamos de que estaba amamantando, pero sus cachorros no se veían por ningún lado.
Decidimos volver a buscarla. Ahí estaba ella, parada afuera de un negocio de completos. Le pusimos "Quiltris", por perro quiltro, pero con amor. Me gustaban sus ojos, porque parecían como delineados con negro. Así es que le llevamos un poco de agua y comida que había sobrado del almuerzo. Quedó fascinada. Ahí descubrimos que guardó un pan en su hocico y corrió con destino premeditado. Fuimos tras ella, casi corriendo porque iba a gran velocidad. Se escondió entre unos matorrales y ahí estaban ellas: cuatro cachorras, muy pequeñas.
No pude contener mi emoción. La Quiltris las acariciaba con tanta ternura. Se notaba exhausta y en pésimas condiciones de salud. Decidí tomarle fotografías y ponerlas en adopción. Durante tres días les llevamos leche, comida para perros, pan y muchas mantas para abrigarlas a todas. Lo de la adopción no iba muy bien y ellas crecían tan rápido.
Durante ese tiempo fueron nuestra máxima compañía. Al cuarto día, cuando ya casi había encontrado personas que querían adoptarlas, habían desaparecido tres perritas. Preguntamos en el negocio de los completos y nos contaron que personas se los habían llevado, porque un pequeño niño las quería de mascota. Nos pusimos tan felices, aunque un poco incrédulos, porque no sabíamos qué tan cierto era aquello. Nos quedaba una, la "Negris". Era la más pequeña de todas y por cierto, la más regalona.
Le tomamos tanto cariño, que era casi imposible no quererlas. Ya en cuatro días, sus condiciones se salud habían mejorado bastante. Sin embargo, la parte triste de la historia llegó esa misma tarde. Volvimos al lugar y no estaba ni la Quiltris ni la Negris. ¡Qué extraño!, pensamos. Tomamos las bicicletas y recorrimos el sector completo, incluso mucho más del perímetro. Cansados nos rendimos, las dos ya no estaban.
Hasta el día de hoy me lamento por no haber hecho algo más por ellas. Tampoco sé dónde están, aunque mis buenas energías siempre estuvieron con ellas y me permiten pensar que están muy bien. Si de confesar de trata, a veces me doy vueltas a ver si las encuentro. Pero nada. Esas hermosas perritas llenan mi corazón de buenos recuerdos.
La foto es real, ahí se ve a la Quiltris y los pequeños bultos negritos, son las perritas.