A veces me es difícil entender a las personas que dicen frases como "simplemente es un perro", "no te preocupes tanto" o "que no te afecte, es un animal", lo cual lamento mucho, ya que no comprenden lo que es la partida de una mascota y que, más que un simple animal, es un integrante más de la familia.
Esta es la historia de "Rocky", un perro mestizo Collie. Llegó con un mes de vida a nuestra familia y estuvo con nosotros hasta el fin de sus días, acompañándonos 10 años y medio, hasta marzo del presente año. Como todo perrito, él contaba con sus encantos propios, tenía sus gracias y sobre todo, era muy inteligente.
Rocky tuvo una vida relativamente tranquila viviendo en nuestra casa, a excepción de dos situaciones en que peligró su vida; la primera ocurrió cuando él era cachorrito aún y andaba como lapa pegado a nosotros, colgado de los pies. En ese tiempo, casi fue atropellado, si no fuera porque la camioneta fue detenida en el momento justo antes de aplastarlo completamente.
El segundo episodio fue más trágico, ya que se comió unas cajas de veneno de ratón, que debido a un temporal, se cayeron y llegaron a su hocico. Se salvó de milagro, estando a punto de morir. Superado lo último, tuvo muchos cuidados y regaloneos en el hogar, hasta que se recuperó totalmente.
Siempre fue un perro muy leal, protector y entregado en todo ámbito. Un caso que recuerdo mucho, es sobre mi abuelita que tenia alzhéimer, por lo cual requería cuidados especiales. A pesar de ello, tenia buena condición física y le gustaba dar paseos alrededor de casa. Rocky estaba siempre a su lado, siguiéndola, a pesar de que ella era muy arisca con los perros y lo echaba o lanzaba piedras.
Una vez, producto de una caída, mi abuela se rompió un dedo. Rocky fue corriendo a avisar ladrando y gimiendo desesperado para que la socorriéramos. Así como esta situación, hay muchas más que se me vienen a la mente.
Lo que realmente me interesa compartir sobre mi amado Rocky, fue algo que pasó durante sus últimos días junto a nosotros. A fines del año pasado, Rocky comenzó con problemas de salud y lo llevamos al veterinario, que le hizo diversos tratamientos. Aún así mi perrito no mejoraba, lo cual me entristeció mucho.
Luego de varias sesiones de medicaciones y revisiones, el veterinario nos dijo que tenía problemas hepáticos de carácter terminal. En la casa, todos menos yo, habían decidido y tomado la opción de sacrificarlo para que no sufriese. Me opuse rotundamente y muy triste y les dije, que correría con los gastos y cuidados que requería para tenerlo junto a nosotros. Rocky nos acompañó 6 meses más, con altibajos y deteriorada salud, la última semana él estaba muy débil y sin fuerzas.
A pesar de esto, yo no aceptaba que él debía partir, egoístamente yo quería tenerlo conmigo. Un día lo encontré echado y muy débil. En mis pensamientos, yo ya había asumido que él debía partir. Justamente ese día nos visitó un curita amigo de la familia y le pedí si lo podía bendecir y después de esto, lo llevé a la parte trasera de la casa; lo abracé y le dije "descansa mi perro hermoso". Y en ese preciso momento él se fue.
Finalmente, comprendí la lealtad y amor que él tenía hacia nosotros y aunque suene irreal, fantástico o como se pueda decir por los más escépticos, sentí que él aguantó tanto y se fue sólo cuando le dije esas palabras.
Me di cuenta de que lo estaba amarrando a estar acá, en condiciones en que él sólo se encontraba sufriendo y egoístamente, yo no lo aceptaba. Me enseñó sobre lo que son capaces de entregar las mascotas y que sin duda, se nos entregan en cuerpo y alma.
Cuando lo recuerdo, ya no se me asoman lágrimas de tristeza, sino que de alegría por haber compartido con él una etapa importante de mi vida y podido disfrutar su compañía y cariño.