Es muy especial para mi recordar a "Pepito", ya que fue mi primera mascota y una no muy común, como lo es un perrito o un gatito, él era un gallo que me lo regalaron siendo pollito, a mis 6 años de edad, sin saber que marcaría e iniciaría mi amor por estas lindas aves.
"Pepito" era un pollo común, mezcla de broiler, de color blanco con algunos distintivos. Creció muy rápido y se encariñó mucho conmigo, recalco que sólo conmigo porque él era muy mal genio y violento con cualquier persona, pero igual de leal que un perro.
Siendo pequeño me sentía como los criadores de loros o halcones, cuando se les montan en los brazos u hombros, ya que él hacía lo mismo. Se domesticó increíblemente.
Hago la comparación con un perro por su comportamiento, puesto que sin darme cuenta, él me cuidaba celosamente. Era todo un guardián. Incluso, se ponía defensivo con mi mamá, siendo que ella lo alimentaba y le decía: "Gallo mal agradecido".
Cuando recuerdo a "Pepito" o alguien de mi familia lo hace, se nos viene a la mente que siempre andaba a la cola mía, siguiéndome, y alejaba a cualquier persona que se me acercaba, o cómo se engrifaba con mi abuela, atacándola.
Pero el recuerdo más importante y curioso, es de cuando yo jugaba en el jardín bajo el gran damasco que teníamos y pepito me acompañaba. Cuando me quedaba dormido, sin darme cuenta, en la entrada de la casa o en el pasto, él se ponía a hacer ronda sin que nadie se pudiese acercar a mí.
Era la atracción de mis vecinos, en especial el de enfrente "Don Pedro", quien disfrutaba viendo dicho espectáculo; siempre decía: "Qué increíble que es tu gallo" y repetía "Con ese gallo, para qué vas a querer un perro".
Tuve la dicha de la compañía de mi gallito por casi siete años, con quien compartí gran parte de mi infancia y quien me hizo sentir orgulloso cuando me preguntaban qué mascota tenía, o cuando me alagaban a mi gallo y yo sacaba pecho.
Imagen CC Dvsquez