Conocí a "Lobo" en 2008, era un precioso perro de raza pastor alemán. Era un ser libre, fiel, imponente, con gran sentido de pertenencia y vivía en la localidad de Catillo, a 20 kilómetros de la ciudad de Parral. Vivía en el campo con mis suegros.
Nunca había conocido tan de cerca a un perro tan grande y con presencia, siempre había estado acostumbrada a razas chicas. Y verlo desde cerca me daba temor, pero todo estaba en su presencia, porque era cariñoso.
El último verano que vi al Lobo fue en 2009. Recuerdo que me quedé un par de semanas en el campo, pero esa vez el perro casi ni pasaba en la casa durante el día, era extraño. Hasta que mi suegro se dio cuenta que merodeaba una perra en celo, así que esa era la razón de sus escapadas, por lo que tuvieron que amarrarlo, porque les daba mucho temor que un día ya no volvieran más. El Lobo solo seguía su instinto, su naturaleza.
Quizás fue un error amarrarlo; el Lobo se volvió muy agresivo y un día en la mañana al saludarlo me acerqué a él y me asustó con su enorme hocico. Vi sus dientes a medio centímetro de mi cara. Digo que solamente me asustó, porque si hubiese querido morderme lo habría hecho, ya que su cadena daba con el largo para alcanzar mi rostro.
Unas horas después lo soltaron y se marchó nuevamente. Pero al día siguiente regresó y sentí que venía a disculparse conmigo. Se acercó a mí con esos ojos tiernos que tienen los pastores alemanes, me asusté un poco pero él puso su hocico en mis piernas y emitió un gemido. De inmediato supe que era una disculpa y se las recibí con un cariño en su cabeza.
Ese día fue la última vez que lo vi, porque dos días después mi suegra lo encontró muerto. Se había intoxicado con veneno para perros que dejan en los campos para que maten a las ovejas, pero el Lobo no hacía esas cosas.
Fue muy triste y repentina la muerte del Lobo. Era un miembro más de la familia, pero su instinto lo llevó al límite. Mientras vivió fue un buen y adorable perro, que dio compañía y lealtad ¡Gracias querido Lobo!