Algunos dicen que los gatos no son muy fieles a sus amos y que tampoco saben muy bien lo que es querer, pero mis mininos -que hoy están en el cielo- derribaron ese mito.
Con mi familia adoptamos a Juanchi y a Minina juntos y si bien, eran de camadas diferentes, procedían del mismo hogar. Cuando llegaron, ambos con mucho miedo, no se separaban y parecía que el macho, protegía a la hembra "más indefensa".
Ya pasados los días, comprendieron y se acostumbraron a que ese era su hogar, cosa que al parecer les gustaba, porque dormían con nosotros en algunos de los dormitorios. La verdad es que turnaban, pero siempre juntos. Creo que nunca vi a Juanchi en una cama y a Minina en otra.
Así iban a todas partes juntos y aunque Minina era mucho más fina y educada en su actuar, él -en su locura y paseos por el techo- se adaptaba; cuando ella quería dormir se dormía, pero cuando ella quería jugar, se jugaba.
Todo era así, hasta que lamentablemente Minina estando preñada fue atacada por un perro desconocido. Ella quedó muy herida y, a pesar del esfuerzo del veterinario, murió algunos días después. Juanchi por su parte comenzó una búsqueda incesante de su fiel compañera, se paseaba por la casa y los patios maullando, seguramente sin entender mucho por qué no estaba.
Mi gatito no soportó la tristeza de que Minina se fuera de una día a otro y así una mañana su cuerpo amaneció sin vida en una de las camas. La pena se lo llevó también y quizás pudo volver a encontrarla.