Esta es la historia de uno y todos los perros de Daniela, mi polola. En la casa de Daniela, ubicada en Coliumo, plena costa de la octava región, convive el bosque y el olor a campo con la salinidad de la playa próxima y el viento costero, precioso. Además, convive su familia junto a decenas de animales y dentro de ellos, una gran jauría. Un grupo de perros, que se inició hace más de 30 años con Kayser, el bóxer que llegó acompañando a su padre a esta retirada ciudad. Nunca volvieron a faltar los canes.
Junto a los caminos que urbanizaban la localidad, comenzó a expandirse la familia. Nacía Daniela y sus hermanos, nacían nuevos boxers, llegaban fox terriers, un par de Akitas y, por supuesto, algunos ejemplares del buen quiltro de campo chileno, entre otros, muchos otros. No es difícil imaginar la felicidad de estas camadas, que siguen corriendo como un grupo de amigos por bosque y playa, compartiendo con sus amos caballos, vacas y pollos.
El constante afán de agrandar la familia canina, fue interrumpido por un posible cambio de casa de los amos. Daniela y lo suyos pensaron en moverse a la ciudad, a Concepción, lo que impedía de momento, criar más perros de los que ya se tenían. De este modo, comenzaron las esterilizaciones y la búsqueda de nuevos hogares a los cachorros que nacían. Empezó así, un período en que se enfrentó la muerte de muchos compañeros y la llegada de ninguno. Por ejemplo, en esta tropa siempre lideraron los bóxers, de a tres o cuatro cuando menos, pero hoy no queda ninguno.
Sin embargo, la idea de cambio se rechazó y ello abrió nuevamente las posibilidades de crianza y adopción. Aquí entran en escena Tirifilo y Pilintruca, un braco color chocolate y una cocker cobriza muy pequeña. Él, el nuevo líder de la manada y ella, la hija de la hembra alfa. Ya se habían cruzado, pero todos sus hijos habían sido dados al cuidado de nuevas familias. Esta vez fue diferente, ambos engendraron cuatro cachorros, dos con el pelo liso del padre y dos con tempraneros rulos maternales.
Las últimas costumbres, ordenaban buscar hogar para los cuatro recién nacidos, pero la familia no pudo desprenderse de todos otra vez y ahí está la historia de Brian. También llamado "conejillo" y "negrito". Brian fue el elegido para rejuvenecer a esta jauría, para quedarse.
Este pequeño perrito, simboliza para esta familia -acostumbrada a convivir sus días con animales- un nuevo comienzo en su vida de criadores. Brian abrió la puerta a nuevos integrantes, y le recordó a canes y humanos por igual, lo muy bien que hace la vida en compañía.
Hoy tiene poco más de un año. Es el regalón de la abuela de Daniela, a quien protege con celo, sale a largas caminatas -a veces con la tropa, a veces con los dos padres y otras solo- para preocupar a todo el mundo con su hora de llegada.
Brian ya ha sido anfitrión en la llegada de otros dos miembros caninos al hogar. Acá puede vérselo junto a sus orgullosos progenitores.
¿Has tenido la suerte de criar muchos perros a la vez? Cuéntanos tu experiencia.