Todos los veranos nos íbamos con mi pololo al campo de sus papás, ubicado hacia el interior de Parral y ahora recuerdo con mucha risa el verano de 2009, que fue uno de los más agitados que he vivido.
La atracción de ese momento fue "Golden", el caballo de tres años recién amansado por el que nos sentíamos ansiosos de poder montar, para salir recorrer el bosque con él y también con su madre, "Chispa". Mi pololo era el que más sabía de caballos, porque desde chico le enseñaron a tomar las riendas, por qué lado subirse y todo lo que uno debe saber para cabalgar. Pero yo jamás me había subido a uno y me daba un poco de miedo, porque era bastante alto. Hasta lo que yo sé el Golden es algo "pituco", su padre era de raza Purasangre y una de sus cualidades es la altura, así que imagínense, veía todo a casi dos metros de altura.
Con mi pololo decidimos que saldríamos andar a caballo después de desayunar, así que nos fuimos cerro arriba como las doce. Yo iba en la Chispa, una yegua relativamente dócil y mi pololo en el Golden. Hasta ese momento pensaba que el paseo sería sin complicaciones.
Durante los primeros minutos quise dominar a la Chispa, pero esa yegua -nombre que muy bien le queda- no me lo permitió. Comenzó con un trote cada vez más rápido y yo intentaba calmarla, pero la Chispa salió galopando conmigo y el pánico se apoderó de la situación, mientras mi pololo a toda máquina corría con Golden detrás de mí.
Él logra alcanzarme y al más puro estilo de la teleserie "Pasión de Gavilanes", me tira un lazo para frenar a la Chispa, pero al tirar la cuerda, Golden se asusta y sale corriendo. Metros más allá, figura mi pololo en el suelo y se dio un porrazo memorable. Cayó casi encima de la zarzamora, lo suficiente para quedar con rasmilladuras y un pie esquinzado, y yo nada. Mi yegua se quedó paralizada cuando vio que su hijo, Golden salió corriendo. Cuento corto: los caballos se perdieron en el bosque, mientras mi pololo y yo, llegamos como pudimos a la casa. Pero la inflamación de su pie fue tan grande, que ese día terminamos en el Sapu de Catillo y el doctor le dio reposo absoluto por unos días. Así es que hasta ahí llegaron nuestras vacaciones y todo por culpa del asustadizo Golden, ¡Ja!