Mi perrito "Feña", es el más pequeño de mis mascotas (tengo tres gatos y tres perros). Su historia es muy emotiva, ya que fue rescatado de una posible ex familia maltratadora, según lo que pudimos deducir de su comportamiento excesivamente temeroso hacia los humanos y a algunos objetos en específico.
Con el pasar del tiempo fue tomando más confianza, hasta convertirse en el dominante de la manada, tal cual. Claro que esto no fue fácil, tuvimos que tener mucha paciencia con él y seguir todos los consejos de Cesar Milán.
El asunto es que -tal vez por las características de cómo llegó a nuestra casa- el hecho de ser rescatado, de sentirse amado y protegido lo ha vuelto un perrito muy, muy agradecido. Tanto así que es en extremo mamón, de los que se emocionan cuando te ven de vuelta de una ducha, porque te extrañaron esos 10 minutos.
En particular, Feñita adora estar pegado a uno, siempre, en todo lo que hago. Mientras cocino, él se va a sentar a la cocina a ver qué hago (aunque también sospecho que quiere estar atento a ver si algún ingrediente cae); cuando bailo o hago ejercicio frente a la TV, él se emociona, se me mete entremedio y salta como loco.
Otra cosa muy chistosa que últimamente tiende a hacer, es que le encanta echarse en mi mat de yoga. Y es que a veces también hago yoga en casa y una vez dejé el mat en el suelo, fui a la cocina y no saben lo que descubrí al volver: a Feña en el mat.
Como si fuera poco, le gusta hacer una especie de reverencia, sobre todo cuando lo retamos por algo; se pone en 2 patitas como "rogando" para que no lo reten. Además, le encanta subirse a las sillas del comedor, así que también me acompaña a desayunar, almorzar y tomar once.
En definitiva, creo que los perros son animales muy perceptivos y que sin lugar a dudas, son capaces de demostrar no sólo respeto, sino que verdadero agradecimiento y amor. Ellos nos idolatran, nos aman y lo mínimo que podemos hacer, es corresponderles protegiéndolos y amándolos tanto como ellos.