Quien tenga un perro, sabe que es una de las mascotas más divertidas y fieles que hay. Y no lo digo por dejar mal a los amantes gatunos, pero es que muchas veces un perrito, es como tener un niño pequeño. Son cariñosos, curiosos y por supuesto, se meten en problemas más de lo que queremos. Y muchos sabrán, que una de las aficiones más particulares que tienen los perros, es el ataque a carteros y repartidores. No sabemos si es alguna cuestión de odio milenario, o si es que simplemente se sienten invadidos por cualquier persona que llega con bolsas a dejar algo en nuestras casas. Lo que sé, es que conozco a más de un perro que ve en los carteros su némesis y no pierden la ocasión para atacarlos. "Coso", el pastor alemán de una pareja amiga, es uno de ellos. Este perro de carácter apacible (vaya que lo es, los hijos pequeños de mis amigos lo usan como caballo y juguete favorito) tiene realmente una guerra montada contra el cartero. En su primer encuentro, le quitó a este servidor el paquete que traía, en plena función de su trabajo. La segunda vez, que se peleó con otro le ladró tanto, que el pobre hombre dejó las cartas en la puerta de la casa, ¡en pleno día de lluvia! Los siguientes carteros fueron avisados: ese perro con cara de abuelo, esconde un demonio que odia nuestra profesión. Dejaban los paquetes en la esquina de la puerta, donde llegaban con pasos sigilosos y de donde siempre salían corriendo.
Y la verdad, que no es sólo con carteros que los perros se afincan. Otros repartidores sufren sus estragos o sus muestras "diversas" de amor. Ramiro, el perro mestizo que hace 4 años adoptaron mis vecinos, tiene malas mañas. Es muy lindo, pero definitivamente le gusta lo ajeno. Los vecinos, sabemos que no podemos dejar olvidado nada en la puerta de la casa, sean las bolsas de comida, un casco de bicicleta, una piedra.
Objeto que Ramiro ve "mal estacionado", es objeto que agarra y se lleva corriendo a sus escondites. Y después tenemos que buscar y desenterrar, si es que no se los comió antes, pues los repartidores no tienen suerte con Ramiro. Les ha quitado de las manos pizzas, pedidos de comida china y ¡hasta paquetes sin comestibles! sólo por el gusto de enterrar su tesoro. Si Ramiro no está encerrado cuando llega el repartidor, mejor es dar esa carga por perdida.
Pero con todo y la pérdida de comidas, cartas mojadas, paquetes rotos y todo un gremio que puede ponerle una cruz roja a la puerta de tu casa, quien ama a su perro, lo ama con sus malas costumbres, y con el odio de los carteros.
Foto CC vía Flickr