¿Han escuchado alguna vez que los conocidos “caballitos de mar” o hipocampos son esa especie monógama que respeta incondicionalmente a sus parejas? Pues si no lo oyeron antes, sorpréndase, porque así es. ¡Creo que es sensacional! Es como si estuvieran de alguna manera “programados” para la fidelidad. Es un buen consuelo saber que existe algo en la especie que sí preserva el amor verdadero.
El dato más curioso, menos machista y más encantador de estos animalitos marinos, es que a la hora de asumir paternidad, no es la mujer precisamente la que debe engendrar en sí misma la nueva vida, pues esto queda como tarea del hombre. ¿Qué les parece? Además, su forma de “aparearse” es - por lo bajo - romántica, puesto que el ritual de conquista se basa en una ceremonia en la que ambos caballitos se toman de las colas, nadan juntos y cambian de color con el fin de que no quepa duda de que existe interés.
Considero que esta costumbre animal sobrepasa lo que pensamos de ese sentimiento llamado “amor”. Los hipocampos demuestran fielmente en su hábitat, el significado más puro de ese poder incondicional al que nos referimos cuando nos sentimos “enamorados”. ¡Hermoso!
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