Ayer les comentábamos lo sensible que es el oído del perro, capaz de percibir sonidos tenues y lejanos. Veíamos cómo las campanillas y cascabeles podían producirle dolor. ¡Imaginen lo que ocurre con los fuegos artificiales! En sus oídos, el fuerte sonido del festival pirotécnico repercute aumentado, provocándole angustia, palpitaciones, taquicardia, náuseas, jadeos, terror y falta de aire. ¡Un tormento terrible! Pensemos, ¿qué pasaría con nosotros si escucháramos ruidos de explosiones tan intensas que dañan nuestros oídos? ¡Pánico!, ¿cierto? Y aún más, si no tenemos idea a qué se debe el alboroto.
Consideremos además que la pirotecnia no sólo estresa a estos amigos peluditos, sino también a gatos y caballos, que también sufren los estragos de lo que para los humanos es una fiesta de luces, colores y alegría.
El miedo llevado al extremo hace que nuestra mascota modifique su conducta, tendiendo a escapar descontroladamente. Muchos de ellos se extravían y sus amos nunca vuelven a encontrarlos. En los casos leves, nuestro regalón querrá estar en brazos de sus dueños, no desprendiéndose de ellos. Y aún cuando cuente con su cálido abrigo, temblará, tendrá constantes deseos de ingerir agua y estará inapetente.
Las reacciones más graves de pánico en estos bebés comprenden gemidos, retención de heces u orina, escape frenético y en ocasiones pueden llegar a saltar a través de ventanas o alambrados. También se han registrado casos de animalitos que han arañado o masticado barreras, fracturándose los dientes y en general, causándose graves daños.
El mercado ofrece algunas gotitas tranquilizantes para utilizar con ellos en estas ocasiones. Sin embargo, parece una bonita y valiosa idea la que plantea un grupo de animalistas: ellos proponen soltar en Año Nuevo globos de colores, llevando cada uno un mensaje para otra persona, un deseo de esperanza y alegría. Así, distintas tonalidades cubrirían el cielo, transmitiendo amor a los que están solos, quienes recibirían una lluvia de lindas palabras de cariño. Todo, por supuesto, con el afán de que nuestros peluditos también disfruten del inicio de un nuevo ciclo junto a nosotros.
Obviamente, tomará tiempo hacer que esta idea se implemente, que se incruste en el corazón de nuestras tradiciones. Pero sólo con que se haya planteado, ya se está avanzando hacia el respeto por el bienestar de estos regalones de cuatro patitas como parte integrante de la sociedad.
¿Ustedes estarían de acuerdo?